El DARDO
Sr. Harlem
El humorista saca partida a todos y a todo sin ofender a nada y a nadie, lo que resulta su mayor activo
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LEO HARLEM
Al igual que los demás, padezco épocas malas, perores y pésimas, el mejor momento para asomarse al mundo sanativo del humor, donde destaco a Leo Harlem. Me dirijo a él como Sr. Harlem, en una escritura de respeto a quien cura nuestra alma ... en fechas atormentadas.
En nuestra nación pocos humoristas resuenan con la calidez, la familiaridad y en consecuencia la cercanía del Sr. Harlem. Nacido bajo el nombre de Ángel Gutiérrez en el pueblo de La Rasa, provincia de Soria, el hombre de la risa se ha hecho un hueco enorme en los pulmones de su audiencia a través de una narrativa que enlaza la observación de lo rutinario con el carisma sobre el escenario, tanto que en sus elocuentes silencios el respetable ya se desternilla.
Empezó, como todos, en tugurios, hasta consolidar una trayectoria basada en el amor hacia el otro, cuyo mejor rostro radica en una saludable ironía. Al artista le define y distingue, además de la causticidad volcada en chistes de todo pelo, un agudísimo sentido de la observación, bien propio de los grandes en el arte, contando con que hacer reír es un arte mayúsculo. El hecho trufa sus actuaciones de una verisimilitud al borde del precipicio de la imbecilidad en la que nunca cae. La capacidad del Sr. Harlem para detectar el absurdo en lo cotidiano y presentarlo de manera hilarante es lo que le ha permitido vertebrarse con audiencias amplias donde no sobra nadie, pues todos necesitamos la suave caricia de la risa.
Lo caracteriza un humor blanco, accesible para todas las edades y libre de polémicas, algo que ha sido clave en su éxito en un tiempo donde el humor puede ser un campo minado, un tiempo de condena ante la crítica mínima. El humorista saca partida a todos y a todo sin ofender a nada y a nadie, lo que resulta su mayor activo.
Encima se divierte participando en otros ámbitos, campañas publicitarias, charlas motivacionales y hasta incursiones en la literatura, ese arte que nos quita y devuelve la vida un poco cada día. Y se mofa, lo que es un acierto, de las últimas tecnologías, que nos obligan a la soledad, la mía, a través de la tele, iluminada por la energía del Sr. Harlem.