Crítica de 'Verano en diciembre' (**): Actrices excepcionales que tejen vida normal

La directora y sus actrices puntúan con claridad las relaciones y el temperamento de todas ellas, desde la rigidez mental de la madre (Machi), hasta la irreflexión de su hija mayor (Lennie) o la dependencia y traumas de la hija que vive aún en la casa (Luengo) entre la autoridad de la madre, el cuidado de la abuela y el recuerdo del padre muerto. Las situaciones de encuentros y desencuentros familiares forman la trama de la película y alternan o superponen los tonos dramáticos con los de comedia, y siempre en una escala cordial, cálida. Personajes que sufren, discuten, se necesitan, se quieren…

En fin, nada excepcional, personas, mujeres, familia, problemas, desavenencias, cariño… Nada excepcional, salvo la oportunidad de ver a unas muy buenas actrices puestas a tejer personajes y vida normal, cosas que pasan. Y hay, al margen de ellas, de esa casa de Bernarda Alba sin lo lorquiano, unas miradas de soslayo de la directora a los bordes de su historia, como el fútbol femenino, el lesbianismo, el cura de cercanía que interpreta Resines como si realmente se hubiera ordenado o la relación moderna entre galeristas y pintoras de vocación reciente. Y el chiste especial o curioso del parecido de Beatriz Grimaldos con Silvia Marsó, que aparece ahí para constatarlo.