Crítica de 'Venom: el último baile' (**): Tom Hardy y el simbionte pierden su apego de pareja

El guion es caótico, como el de las anteriores, pero aquí elabora además un argumento como de recuelo de lo más rutinario de Marvel, con un supervillano de poco interés y con una acción muy ajetreada pero sosa: son los guardianes de 'la llave' que libera al villano de su reclusión en las chimbambas del universo y tienen que evitar que cumpla esa obsesión de todo villano que es destruir el mundo. La historia llega poco y la relación entre Eddie y Venom el simbionte (acoplado a él por simbiosis, que de ahí se supone que le viene el nombre) ya no es tan fresca como antes, con lo que este último baile es un catálogo de cojeras.

A Tom Hardy, que es un magnífico actor y que le había dado a su personaje probablemente más de lo que se merecía, se le nota ya agotado, desencantado con su pareja de baile, harto de aguantar el peso de Venom. Los demás actores de la película, Juno Temple, Chiwetel Ejiofor, Rhys Ifans, aunque con su prestigio, están ahí para llenar los pocos huecos que dejan la avalancha de monstruos y esquivar los golpes.