Crítica de 'La ternura' (***): A un paso de lo insólito y pisando lo incorrecto y estrambótico

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Federico Marín Bellón

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Afronta el director esos peligros temáticos en lo argumental, aísla a tres hombres y tres mujeres en una ínsula a la que llegan para no tener que convivir con el otro sexo; y se arriesga todavía más en el tono y el lenguaje. Transcurre la acción en un tiempo 'de cuento', con la reina, la bruja, las hijas, el leñador y sus hijos robinsones, y el texto que se cruza entre todos ellos tiene la gracia de estar oxidado: unos diálogos en mala lengua clásica, con tendencia a la rima temeraria y con una interpretación excesiva, aparatosa y que requiere un divertido descontrol por parte de los actores. Emma Suárez y Gonzalo de Castro dan el tono imposible a esos personajes que odian profundamente al sexo contrario, y Alexandra Jiménez, Fernando Guallar, Anna Moliner y Carlos Cuevas les siguen con alegría e impudor en el esperpento.

Una película muy fácil de ver con buenos ojos, pues es divertida y chispeante (también algo justa en sus simplones efectos especiales), pero muy difícil de evaluar, pues mantiene una rara equidistancia entre lo genial y lo estrambótico, y, desde luego, los mensajes que lanza sobre el amor, los hombres, las mujeres y sus contratos y placeres son muy antiguos y muy modernos, pero insolentes para este año de síes, noes y ya veremos. Aunque 'La ternura' se dignifica ella sola, hay que decir que tiene su origen en una obra teatral de Alfredo Sanzol inspirada en varias obras de William Shakespeare, que no es un tío muy de hoy en día y que no sabe tanto sobre hombres, mujeres y pasiones como sabemos ahora con el twitter.