Crítica de 'Pobres criaturas' (***): El jardín de las delicias de Lanthimos y Emma Stone
Película distinta, creativa, radical en su cuerpo y alma, también caprichosa en ritmos y proporciones. Sorprenderá a todos y a muchos, además, interesará
Frankenstein, una pobre criatura a la sombra de la gran Emma Stone
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Iniciar sesiónCon su León de Oro y sus once candidaturas a los Oscar, el griego Yorgos Lanthimos le ha dado sustento a la opinión mayoritaria de la crítica internacional, que considera su película, 'Pobres criaturas', como el gran suceso cinematográfico del año. Y, ciertamente, hay en ... ella algunas piezas e ingredientes que ayudan a hacer buena esa afirmación, pero también hay algún que otro elemento que la convierte en exagerada.
Entre lo primero, lo mejor, está la interpretación a tumba abierta de Emma Stone, en un personaje insólito y lleno de riesgos, vistosidad e intención; y también emerge sobre lo demás una puesta en escena deslumbrante, original e innovadora, con permiso de Jeunet, de Gilliam o de 'el jardín' de El Bosco. Entre lo segundo, no tan bueno o digerible, está el desbordante barroquismo (estilo, desmelene) de Lanthimos y su fluctuación de ritmos narrativos, que operan en algunos tramos de su obra (el trasatlántico, París…) como un dilatador del tiempo o un espesante de la acción.
La historia que narra está tomada de la novela de Alasdair Gray (con un cambio sustancial, pues en aquella se subrayaba el dilema de lo cierto y lo inventado, la verdad o la mentira sobre la vida de Bella Baxter). Lanthimos da por hecho el suicidio de una mujer, embarazada, y la resurrección que opera en ella el doctor Godwin Baxter incorporándole el cerebro de su bebé nonato. Y comienza su historia con la vida de la resucitada y a la vez recién nacida, pues ha de emprender con su cuerpo adulto todo el proceso de aprendizajes de un bebé, desde andar, comer, hablar y comportarse, algo que Bella (Stone) hace con gran naturalidad infantil, sentido autodidáctico y pasión por la rebeldía.
La esencia del relato, lo que lo puntúa esencialmente en nuestros módulos sociales y actuales, es la sencillez, lucidez y provocación con la que Bella asume su condición de mujer que evoluciona, toma conciencia y se libera, especialmente en lo sexual, pero también en su idea del 'dios', del hombre, de las normas y de asuntos peregrinos como el dinero y el capitalismo. Su relación con el sexo es la que más concentra radicalidad: su natural modo de afrontarlo le proporciona a su historia la parte más colorida, momentos de impudor, desfachatez, procacidad… El esfuerzo de Emma Stone en ese sentido es enorme, pues le ofrece a la pantalla toda la desnudez y el descaro con tanto infantilismo como agresiva sensatez. Sus opiniones al respecto desbaratan por completo.
Puesto que la ambientación y el contexto social que propone Lanthimos es anacrónico y aluden tanto al pasado como al futuro, es a la vez victoriana y futurista y conviven al tiempo un doctor Frankenstein, aquí Godwin Baxter (un Willem Dafoe recosido que es creador y criatura) y una Lisboa con tranvías volantes, toda visión de albedrío, feminismo y fortaleza personal, aunque anacrónica, es aceptable, incluso reveladora. Pero hay que amoldarse a la distorsión de tonos y 'cabezas', a la modernidad de Emma Stone o Hanna Schygulla (¿?), a la caricatura de Mark Ruffalo, a la ciencia extemporánea de Dafoe o de su ayudante Ramy Youssef, al filo de la 'modernidad', como el personaje breve que interpreta Jerrod Carmichael, de entretenido y filósofo.
En fin, Lanthimos ha hecho, tal y como se espera de él, una película distinta, creativa, radical en su cuerpo y alma, también caprichosa en ritmos y proporciones. Sorprenderá a todos y a muchos, además, interesará.
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