Crítica de 'Misterio en Venecia' (**): Los fantasmas desconciertan a Poirot

Está llena de peculiaridades narrativas y de una intriga enrevesada incluso para el propio Poirot, que deja asomar su perplejidad ante los misterios a los que se enfrenta, desde fantasmas, presencias diabólicas, sesiones de espiritismo y baile de crímenes, con un fondo veneciano hermosísimo y sin apenas presencia turística. Allí vive retirado Poirot, en un 'palazzo' de escándalo y con una terraza desde la que domina la ciudad y en la que recibe a Ariadne Oliver (su amiga escritora de otros casos y que viene a ser el modo en que la propia Agatha Christie hace presencia en su obra), que interpreta Tina Fey.

Y lo habitual, es decir, crímenes y un montón de sospechosos, aunque con un desarrollo distinto, pues casi se pierde el interés de la trama, el 'whodunit' (¿quién lo hizo?), por lo bien articulado que está su modo de contarla. La enigmática entrada del personaje de Michelle Yeoh, la retorcida presencia de Riccardo Scarmarcio, la humedad tenebrosa que le procura la ciudad de Venecia… Ciertamente, Branagh le ha dado un nuevo aire, una atmósfera más ponzoñosa, a la alegre y juguetona Agatha Christie. El titulado 'misterio' es más bien funcional, pero envuelto de esa Venecia todo es más sorprendente y atractivo.