Crítica de 'La fortaleza': El humor es negro y la intriga, blanca
Hay momentos con chispa, como los referidos al personaje del notario y su pinta, y hay momentos fúnebres y lúgubres
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Iniciar sesiónEl motor de arranque de la historia es una réplica de un patrón habitual en el cine de intriga contaminado de comedia, o caricatura: un hombre fallece en su gran mansión y allí acuden sus hijos y herederos, que tendrán que someterse a un caprichoso ... y calculado pliego de últimas voluntades si quieren acceder a la herencia, entre ellas la de una búsqueda y un curioso entierro. El director, Chiqui Carabante, presenta a sus personajes, los hijos, el sospechoso notario, la mansión llamada La Fortaleza, con una buena porción de esperpento para que no haya posibilidad de equívoco: hay que reírse con la personalidad extravagante y distorsionada de los herederos y hay que apreciar el suspense, el gato encerrado que lleva dentro el argumento. Dos aspiraciones de la película que solo consigue a medias: moderadamente graciosa y no excesivamente misteriosa.
Hay momentos con chispa, como los referidos al personaje del notario y su pinta (a cargo de Fernando Tejero), y hay momentos fúnebres y lúgubres, con el juego de ambiciones que empujan a los personajes a coyunturas absurdas y a una violencia de tebeo; aunque quizá ese descontrol por las situaciones extravagantes le dé un cierto punto de singularidad y con los actores que llevan y padecen la trama, Fernando Cayo, José Manuel Poga, Vito Sanz, Goya Toledo y Carla Nieto, sacados de un quicio natural y puestos en modo atolondrado. Y luego está el papel de Manolo Zarzo, que se aguanta la risa en plano a sus más de noventa años. Como pasatiempo, 'La Fortaleza' consigue atravesar sus desajustes, lagos y lagunas y llegar a su fin, no más allá.
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