Crítica de 'Bitelchús, Bitelchús' (**): Divertida reunión de viejos alumnos

A quien le gustara aquel viejo 'Bitelchús' debería disfrutar, y mucho, con este nuevo viejo 'Bitelchús', que es un sombrerazo a sí mismo y un choque de puño con sus admiradores. Se incorpora la joven actriz Jenna Ortega a la historia, es Astrid, la hija adolescente de Winona, y se incorpora Monica Bellucci, que no tiene papel, pero sí uno de los grandes momentos de la película cuando pasa de cuerpo troceado a cuerpo presente: no es que Burton descubra la pólvora, pero es divertido ver a Belluci 'abrochándose' las mejores partes de su físico. No se le encuentra tanto la gracia, en cambio, a Willem Dafoe, que siempre hace de tornillo suelto en estas reuniones de viejos alumnos.

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No progresa gran cosa en su argumento, que es juguetón y anárquico, pero visualmente se esfuerza en parecer original y en levantar una puesta en escena con algunos momentos brillantes, preñados de barroquismo marca Burton y de música y ambiente pop oscuro. Las apariciones, el gesto, la guasa de Bitelchús, es decir, de Michael Keaton, aguantan muy bien el paso del tiempo y el tono burlesco y fúnebre de la película, que trata sobre la muerte y la subcultura de lo gótico con ese punto entre naif y desaliñado que siempre ha tenido Tim Burton, y no hay más que verle la pinta.

'Bitelchús Bitelchús' no pasa a la estantería de las grandes secuelas, pero resulta entretenida y respetuosa con su club de fans, y despliega toda la espectacularidad y todos los trucos de magia patentados por su director.