Crítica de 'Aquellos maravillosos días' (**): Mujeres que velan por sus huevos

Es preciso subrayar el personaje que levanta Catherine Deneuve, a su edad, con su mito a cuestas y con las ideas claras para encarnar a esa abuela vividora, culta, egoísta aunque también cálida y comprensiva, que acude a la casa de la hija con la que apenas tiene contacto pero que la necesita en los peores momentos de su vida. El conocimiento entre la abuela y la nieta, ya adulta y de fuerte personalidad, redondea el trío que es esencia de este relato sobre vínculos y desataduras, sobre cabelleras y calvicies, sobre la enfermedad de las gallinas y de los humanos.

Además de los dilemas familiares y maternales, se apuntan algunos otros que no tienen gran recorrido, como el que atenaza a la hija, entre sus estudios de alta empresa y grandes negocios, su novio neoyorquino o esa vida saludable de campo y las relaciones amistosas y generosas que allí se crean. Una especie de elogio de aldea y desconfianza urbana. Y más que apuntarse, se apuntala esa sensación tan elocuente de alianza femenina: apenas hay presencia masculina y la que hay, sobra. Lo confortable de la película son ellas, sus problemas y soluciones, la comprensión con la que se envuelven y la resolución con la que los afrontan.