Crítica de '28 años después' (***): Qué hacer en un mundo infestado de zombis
«Danny Boyle trabaja muy bien la dosificación de la adrenalina, el susto, el asco y las cuestiones sentimentales, de tal modo que los dramas personales y familiares se enrosquen con lo esencial de la trama: que no te muerdan»
Entrevista con Danny Boyle, director de '28 de años después'

La primera, '28 días después', la dirigió Danny Boyle con un guion de Alex Garland; la segunda, '28 semanas después', la dirigió Juan Carlos Fresnadillo con un guion suyo y, entre otros, Enrique Lavigne, y esta tercera, '28 años después', la vuelve a ... dirigir Danny Boyle con un guion también junto a Alex Garland… Es evidente al verla que habrá una cuarta y el misterio no es quién la escribirá o dirigirá, sino qué le pondrán al título después del 28, ¿meses?, ¿horas?, ¿siglos?, ¿candidaturas completas a la presidencia?..., en fin, la siguiente parece que ya está hecha y el '28' puesto.
Muy entretenida, bien cargada de hordas de zombis, relacionada mediante un truco (la cadena con la cruz) con la primera y con una sociedad de supervivientes recluidos en una isla bien protegida por el agua y con unos habitantes que ya no se sienten indefensos y que han aprendido a combatir a los infectados. La trama tiene un desarrollo interesante, primero con el aprendizaje de su joven protagonista (Alfie Williams), con la situación de sus padres (Aaron Taylor-Johnson y Jodie Comer), y después con unas dosis extras de intriga y terror zombi y con la aparición del personaje que interpreta Ralph Fiennes.
Danny Boyle trabaja muy bien la dosificación de la adrenalina, el susto, el asco y las cuestiones sentimentales, de tal modo que los dramas personales y familiares se enrosquen con lo esencial de la trama: que no te muerdan. Como en cualquier película de zombis (menos la hermosísima de Jacques Tourneur), hay que saltar por encima de cuantas caprichosas tonterías quieran incorporar al argumento porque el subgénero es así. Unos zombis son lentos, otros rapidísimos, unos tontos de baba y otros de tamaño y cabeza 'premium', ¿tienen sentimientos?, ¿forman parejas, familias?, ¿tienen hijos?..., grandes preguntas que no hay que hacerse en el caso de que el guion decida dirigirse por el camino que se le ocurra al guionista.
Lo que sí hay que preguntarse, ante algunas situaciones muy inhumanas que plantea, son los comportamientos de una sociedad 'de progreso', ya nacida, crecida y enseñada para destruir sin el menor cargo de conciencia a 'los otros', que sí, en efecto, no dan la impresión de tener muchos escrúpulos, pero no dejan de ser 'enfermos', 'infectados', gentuza sin valores morales y con una predisposición muy reprochable a la hora de hacer adeptos a mordiscos. ¿Habrá algún contenido político, social, en el fondo de una simple historia de zombis y de nuevas generaciones que van a degüello?
Bien, la mejor manera de disfrutar con esta película, que tiene alguna que otra escena vomitiva, como es normal, es verla sin mucho simbolismo, y apreciar la fortaleza que imprime a su personaje Aaron Taylor-Johnson, el padre protector, el valor y buen corazón del niño Alfie William, algunos momentos cumbres de los zombis Alfas y el papelón de Ralph Fiennes, tan inexplicable y calvo como el del coronel Kurtz de Conrad y Coppola.
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