Crítica de 'Por todo lo alto' (****): Una comedia divertida, humana, musical y fraternal
La película es un bordado emocional y muy, muy divertido que su director, Emmanuel Courcol, teje con enorme talento para que el espectador lo viva y lo sienta como propio
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Iniciar sesiónNo es fácil hacer coincidir en la pantalla esa media docena de requisitos que hacen de una película el mejor lugar en el que dejarse un par de horas. Una historia sencilla, humana, dramática y divertida; un par de personajes con los que uno se ... siente a gusto e interpretados por los actores que tienen que interpretarlos; un director que quiere a esos personajes y les permite que se expliquen con sentimientos reconocibles, cercanos, y una puesta en escena fresca acompañada de buenos diálogos y mejor música.
Y hasta ahí llega 'Por todo lo alto', un bordado emocional y muy, muy divertido que su director, Emmanuel Courcol, teje con enorme talento para que el espectador lo viva y lo sienta como propio. La película ha ganado ese premio que otorga el público en el Festival de San Sebastián precisamente por eso: cualquiera que entre a verla se enchufa a ella de inmediato. Courcol ya ha estrenado en España alguna otra película de ese género (el género 'me enchufo de inmediato'), como 'El triunfo' o 'Quisiera que alguien me esperara en algún lugar'.
Un primer detalle del guion, del argumento, es que todos los personajes llegan, tanto los principales como el gran coro, son buenos y entrañables, que es algo a lo que los directores de cine no suelen arriesgarse (los canallas malogran la vida, pero alegran el cine). Pero Courcol saca petróleo del interior de sus personajes, un director de orquesta que, por un problema médico, encuentra un hermano inesperado (a ambos los adoptaron y separaron de niños) y que casualmente tiene también dotes musicales, aunque casi incompatibles con las suyas. Thibaut tiene renombre internacional y Jimmy trabaja en un comedor escolar y toca el trombón en una banda de pueblo.
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La relación entre ellos, la implicación del uno en la vida del otro, es la gasolina del argumento y el motor de la película funciona por la precisa y antagónica interpretación de Benjamin Lavernhe y de Pierre Lottin, que supuran con sensibilidad sus diferencias sociales, económicas, musicales, y también sus conflictos de identidad y su adecuación a la idea de lo que es tener suerte: dos hermanos, a uno lo adoptó una familia rica y al otro una más humilde. La aparente sencillez de la historia no es tal, pues en su desarrollo, en la diversidad de caracteres y de personajes, en la evolución del drama y su tratamiento del humor, se rellena por completo de una diversidad humana y cercana; y la música, en especial 'El bolero', de Ravel, le pone una pista de patinaje para salir de ella con los ojos en llamas.
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