'La cena' (***): Una vaquilla berlanguiana en el menú del Palace

'La cena' es una comedia coral, al estilo de aquellas que con su genial anarquía hizo Berlanga y con un similar acento en ese matiz corrosivo de la burla que llamamos choteo

Mario Casas y Alberto San Juan van a prepararle la cena a Franco

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Fotograma de 'La cena', con Alberto San Juan y Mario Casas fotograma de la película

Hace un tiempo y durante una época, Manuel Gómez Pereira le cogió el punto a un tipo de comedia amable, cercana, de kilómetro cero; eran los años noventa y compartía el testigo que traían en la mano directores como Colomo, Trueba o Emilio Martínez- ... Lázaro. Títulos como 'Todos los hombres sois iguales' o 'El amor perjudica seriamente la salud' conectaron con el tono, timbre y risa de una generación que venía ya divertida y libre de la década anterior. Son otros tiempos, otras generaciones y otros divertimentos, pero Manuel Gómez Pereira se atreve (se arriesga) a hacer esta comedia, 'La cena', atiborrada de esa forma de mirar libre, graciosa, bromista, sin tabúes ni monomanías, sin eslóganes para tuertos y sin la cartelería y los prejuicios con los que se nos obliga a vivir y pensar desde hace un par de décadas.

'La cena' es una comedia coral (y acaba de ganar el Coral de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de Begur Costa Brava), al estilo de aquellas que con su genial anarquía hizo Berlanga y con un similar acento en ese matiz corrosivo de la burla que llamamos choteo. El argumento es nítido y ocurre hace ochenta y cinco años, luego debería ya tener ese beneficio de la comedia cuando es tragedia más tiempo: ha terminado la Guerra Civil y Franco quiere celebrarlo con una pomposa cena en el Hotel Palace, para la cual el guion de Gómez Pereira y sus dos habituales de escritura, Joaquín Oristrell y Yolanda García Serrano, maquina varios inconvenientes, el primero de ellos es que el maître del Palace avisa de que los grandes cocineros están presos y a punto de ser ejecutados por el bando vencedor.

El foco de la puesta en escena está en las situaciones que se originan a propósito de los preparativos, reunión y velada en los salones del Palace; es decir, es casi 'una puesta en cena'. Y el foco de la interpretación está en los apuros del maître (Alberto San Juan) y del joven teniente encargado de supervisar ese festejo bélico gastronómico (Mario Casas) y en las hostilidades entre los equipos de cocina, unos republicanos, otros nacionales, y la aparición del grotesco comandante falangista que interpreta Asier Etxeandia. Están perfectamente engrasadas en la pantalla la intriga, la sensación de peligro, el ácido sentido del humor y la ligereza del retrato y carácter de los personajes, desde el de Franco hasta el de los cocineros, los invitados y 'las parientas'. Habrá quien busque 'seriedad' o segundas y retorcidas lecturas en lo que es ligereza, transparencia y película, pero qué se puede esperar de un tiempo en el que aún hay gente que discute sobre si la tierra es plana o redonda, y que discutirá sobre si el final de esta película es pertinente o impertinente. Es, sencillamente, genial.

Los protagonistas, Casas, San Juan, Etxeandia, están perfectos, unos contenidos y otros derramados, pero esa coralidad berlanguiana necesitaba que todos los demás también lo estuvieran, Eva Ugarte, Elvira Mínguez, Óscar Lasarte, Toni Agustí (te mondas con el acento), en fin, todos…, y no están perfectos, están pluscuamperfecto

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Sobre el autor Oti Rodríguez Marchante

Crítico de cine en ABC

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