Cautivos y cautivados por el 'biopic'
«Dos estrenos de este fin de semana pertenecen a este género de moda, el 'biopic', el francés 'La divina Sarah Bernhardt', de Guillaume Nicloux, y el alemán 'Múnter y el amor de Kandinsky', de Markus Rosenmüller»
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Iniciar sesiónDos estrenos de este fin de semana pertenecen a este género de moda, el 'biopic', el francés 'La divina Sarah Bernhardt', de Guillaume Nicloux, y el alemán 'Múnter y el amor de Kandinsky', de Markus Rosenmüller. Y como buenos 'biopics' cuentan la vida de una ... de las grandes estrellas de la interpretación y la de la pintora Gabriele Münter, fundadora del movimiento 'El Jinete Azul' y amante de Vasili Kandinsky, y ambos con una gran cantidad de 'licencias' y medias verdades, como le es natural al género y a la moda.
'La divina Sarah Bernhardt' recorre la vida disipada y amorosa de la actriz con un acento eminentemente teatral y deja un retrato claroscuro en el que más que su arte escénico se muestran su frivolidad, su vanidad y su narcisismo, también algunas de sus preocupaciones por los conflictos de su época y su relación con los grandes personajes de ella. Se sugiere en el argumento que el gran amor de su vida fue el también actor estrella de su tiempo, Lucien Guitry (padre de Sacha Guitry), sin que en realidad haya la menor prueba de que eso fuera cierto, pero construye para la película toda la trama romántica y melodramática.
Da la impresión de que el director no profundiza en su talento interpretativo, en el secreto que la llevó a ser la mujer más célebre, admirada e influyente de su tiempo. El trabajo de Sandrine Kiberlain, la actriz que la encarna, sí deja claro, en cambio, la cantidad de esfuerzo trágico y cómico que ha necesitado para meterse dentro de ese comprometido papel.
'Münter y el amor de Kandinsky' tiene otra lectura por parte de su director, Markus Rosenmüller, que pone el acento en el obsesivo amor de la joven Gabriele por su maestro y tipo inclasificable que fue Kandinsky, a su vez obsesionado por el color, las formas, la abstracción y por sí mismo. La película atiende tanto a esas pasiones amorosas como a las pictóricas y, además de ver cómo los protagonistas, Vanessa Loibi y Vladimir Burlakov se deshacen entre arrumacos, reproches y brochazos, se pretende dar un panorama muy cromático de aquellos años de arte de vanguardia que inauguraron el siglo XX y de algunos de sus más notables representantes, como Paul Klee o Franz Marc.
Lo que prevalece y sustenta la película es el ímpetu de Gabriele Münter, su fuerte y a veces despiadada personalidad en contraste con la indolencia y egoísmo de Kandinsky, su necesidad de sentirse valorada como mujer y como pintora, y la influencia que tuvo -a regañadientes- con la creación de un estilo, de un modo de ver el mundo dentro de un lienzo que sería el embrión de todo el arte del siglo XX.
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