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Goya 2020

¿Me puedo ir ya?

La gala hacía ya rato que se había puesto pesada, pero sus principales intrigas seguían vivas

Benedicta Sánchez, Goya a Mejor Actriz Revelación
Oti Rodríguez Marchante

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El primer Goya de la noche lo ganó Benedicta Sánchez , como mejor actriz revelación, ¡con ochenta y cuatro años!, por su papel en «Lo que arde», de Oliver Laxe. Un Goya sin duda entrañable, y que dejaba la impresión (luego se supo que falsa, pues faltaba el de Marisol y Julieta Serrano) de que, entregado ya el premio entrañable de la noche, quizás el reparto de ellos se pondría ya en plan sobrio y sencillo. Unos cuantos premios para «Dolor y Gloria» y «Mientras dure la guerra», unos cuantos chistes sobre la actualidad y la filmografía de Almodóvar y Amenábar (alguien por aquí apuntó que faltó hacer el de «Tesis» y el doctor Pedro Sánchez, pero igual no tenía gracia)…, la primera media hora se fue muy alegre, pero dejaba como metáfora la frase que dijo Benedicta Sánchez al recoger su premio: «¿Me puedo ir ya?».

El Goya al Mejor Guion original era el primer cruce directo de golpes entre Almodóvar y Amenábar, y lo ganó «Dolor y Gloria». Si quería tomarse como un presagio, había motivos para ello… Pero hubo un indicio más claro en el siguiente premio, el Goya al actor revelación, que lo ganó Enric Auquer por «Quien a hierro mata», y no lo ganó, lógicamente, Santi Prego, que interpretaba un Francisco Franco insólito y genial en «Mientras dure la guerra»… Ahí se empezó a colocar Alejandro Amenábar en el lugar que le tenía previsto la gala. Aunque ganó el siguiente, el de mejor actor secundario, que fue, hecho insólito, para Eduard Fernández por su papel de Millán-Astray en «Mientras dure la guerra», un golpe bajo para las pretensiones de Asier Etxeandía y Leonardo Sbaraglia, que lo esperaban por «Dolor y Gloria». La gala parecía, chistes, obviedades y vulgaridades aparte, un jugador de mus, muchas señas pero ninguna cierta, y cualquier pronóstico sobre el combate entre los dos hipernominados de la noche, Amenábar y Almodóvar, era ya un dado rodando. A las doce de la noche aún seguía rodando el dado, y resonaba en algunas cabezas de nuevo la frase proverbial de la noche: «¿Me puedo ir ya?».

La gala hacía ya rato que se había puesto pesada, pero sus principales intrigas seguían vivas: ¿Iría a recoger su Goya honorífico nuestra Garbo Pepa Flores? ¿Tendría dolor o gloria Almodóvar? ¿Qué tal aguantaría el revés Alejandro Amenábar? ¿Bailaría Antonio Banderas?... Y el dado, o el dedo, señaló a Belén Cuesta («La trinchera infinita»); y a Antonio Banderas («Dolor y Gloria») que estuvo grande, emotivo y sincero; y a Pedro Almodóvar, que se quitó las gafas, y su película, la ganadora, que se quitó el dolor de encima. A Buenafuente se le hizo corto. Pues muy bien.

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