Crítica de 'Una villa en la Toscana': Liam Neeson, su hijo y el tortuoso pasado

Dicho lo más atractivo y funcional de 'Una villa en la Toscana', puede añadirse que su argumento se queda algo atascado en lo que se podría considerar 'buen rollo', aunque tenga en su interior varios elementos trágicos que el director se esfuerza en diluir entre líquidos y tonos dulzones y previstos. Lo interesante de la historia ya ha ocurrido cuando D’Arcy la arranca: hay un pasado, la muerte accidental de una esposa y una madre, que condiciona la vida de los tres protagonistas, la villa y los dos personajes, y hay que subrayar como buen gusto del director que al menos no utilice recursos tantas veces innobles y groseros como el 'flashback' para irnos enterando de la trenza de sentimientos y relaciones de los personajes y el entorno. La reconstrucción de una casa moribunda y de una relación paternofilial en coma.

Igualmente se agradece que un actor como Liam Neeson pueda expresar todo su caudal dramático sin necesidad de liarse a mamporros, tal y como ha hecho últimamente, y que ocupe con hondura la carcasa de un hombre vacío, un pintor sin trazo y un tipo generoso. Como película irregular, sin excesiva pegada y con guion fácil, es de las más atractivas, pues hasta sus zonas más sensibles y discutibles, como el romance tenue y esponjoso del hijo con una lugareña, se acepta con agrado aunque solo sea por la presencia de la actriz Valeria Bilello , tan bien puesta en la Toscana como lo estaría en cualquier otro sitio. Tal vez 'Una villa en la Toscana' debería ser mejor, pero quién no.