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Crítica de «El palacio ideal»: El cartero precursor de Gaudí

«También interesante es ver a la carnal Laetitia Casta en el papel insólito de granjera y esposa consagrada a hacer pan y poco más»

Fotograma de El palacio ideal
Oti Rodríguez Marchante

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El hijo de Bertrand Tavernier , Nils Tavernier, es el director de este drama biográfico que narra la peculiar vida y obra de Joseph Ferdinand Cheval, cartero en la región francesa de Drôme que, a finales del XIX, dedicó 33 años a construir un singular «palacio» con sus propias manos y con los materiales, piedras y «cosillas» que iba recogiendo en sus kilométricos repartos de correspondencia campo a través por la zona.

La intensidad de su proyecto y la tenacidad para conseguirlo es la esencia de la historia, pero resulta igual de interesante la otra construcción, la que hace el director de su personaje, un tipo callado, huidizo y duro como su fantasiosa empresa y que interpreta con cara de hortaliza el actor Jacques Gamblin. También interesante es ver a la carnal Laetitia Casta en el papel insólito de granjera y esposa consagrada a hacer pan y poco más.

El paisaje y los detalles ásperos y trágicos que rodean la historia (salpicada de elipsis fáciles de rellenar y de desgracias personales que lo hacen sospechar a uno de la gafancia del sujeto) sugieren una rara lírica al cartero que trasmite a su talento constructor, y que curiosamente recuerdan al espíritu del arquitecto Gaudí y su técnica de introducir aires y formas vegetales y animales en su obra.

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El palacio ideal

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