Crítica de 'Un año, una noche': Paisaje y vida después de la batalla perdida
Una historia muy de interiores y en la que la brújula dramática apunta a los cambios, los estados de ánimo, los esfuerzos por recomponer lo vivido e integrarlo en lo que siguen viviendo
Una noche en el infierno de Bataclan, un año para tratar de sanar las heridas
Regresar a Bataclan entre la emoción y el recuerdo siete años después de los atentados
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Iniciar sesiónEl guion de Isa Campo, Isaki Lacuesta y Fran Araújo tiene su punto de fuga en el libro de Ramón González, superviviente del atentado yihadista en la sala de conciertos Bataclan . Y es fundamental no ir a la película con expectativas incorrectas: ... no se trata de una recreación de la tragedia, aunque se reproduzcan momentos, impresiones, recuerdos y terror en los personajes que la vivieron, Ramón y Céline, una pareja que dejará en la pantalla lo que exactamente quiere capturar el director, Isaki Lacuesta , el muestrario de heridas internas, traumas y consecuencias emocionales en la vida de esas dos personas y alrededores.
‘Un año, una noche’ es, por lo tanto, una historia muy de interiores y en la que la brújula dramática apunta a los cambios, los estados de ánimo, los esfuerzos por recomponer lo vivido e integrarlo en lo que siguen viviendo… En fin, una sustancia narrativa que podría quedarse clavada entre la agonía y la monotonía, y para que ello no ocurra el director utiliza la lógica de una estructura compleja, un montaje muy laborioso y preciso y que tiene el apoyo de unas interpretaciones realmente asombrosas, intensas, cambiantes y que irradian todo ese fragor callado de sus personajes; Nahuel Pérez Biscayart y Noémie Merlant, los protagonistas, emiten cada uno a su modo tan distinto la digestión de su angustia, y cerca andan Quim Gutiérrez y en un par de escenas de muy distinto tono una Natalia de Molina grávida y desgravada, ligera de cascos.
El relato arranca en presente de indicativo, justo después del atentado terrorista, y en ese día a día, con sus situaciones de crisis, de presión, depresión e incomprensión, se incrustan retazos de memoria, se arma el puzle de los hechos, que vuelven y vuelven para explicarse a ellos mismos lo que vivieron. Las crisis, pánicos y angustias son más fuertes e insistentes en Ramón, mientras que Céline parece tener un mejor manejo de lo sucedido; en todo caso, la descomposición de ambos como pareja se muestra como un trenzado de sus conflictos actuales con momentos felices anteriores. Y ese es el conjunto del paisaje textual que logra trasmitir la película contada en todos los tiempos mezclados, los del horror, los de la felicidad, los de la mortificación y desconsuelo.
Lacuesta es un virtuoso de la imagen y su planificación es deslumbrante para la historia que quiere contar (o mejor, para lo que quiere contar de la historia), con la cámara muy metida en ellos, con los juegos de luz, de los interiores, de los exteriores, con un escrupuloso tacto en lo que muestra y en lo que elude (especialmente significativo en las secuencias, quebradas y retomadas, del atentado). Se le puede reprochar al director que su propósito de mostrar lo agónico, lo psicológico, el parón y letargo de la vida (algo fácil de deducir tras lo ocurrido) se quede ahí, en mostrarlo y que no apunte algo más allá, como ofrecer una idea de luz o de catarsis. En todo caso, lo que hace o dice está muy bien hecho o dicho.
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