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Crítica de 'No mires arriba': El dedo apunta al cielo y el terrícola mira al dedo

Con un sencillo telescopio de sarcasmo se observa que el terrícola es mayormente tonto

Leonardo DiCaprioy Jennifer Lawrence en 'No mires arriba' Netflix
Oti Rodríguez Marchante

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Este lujosísimo producto marca Netflix que pisará la gran pantalla un par de semanas antes de su natural distribución por la plataforma televisiva nos anuncia dos cosas que ya sabíamos pero que conviene repetir de vez en cuando: que si eres una estrella, las grandes plataformas son tu universo, y que con un sencillo telescopio de sarcasmo se observa que el terrícola es mayormente tonto. El director de 'No mires arriba' , Adam McKay , concentra para esta película una gigantesca galaxia estelar con los más grandes nombres de Hollywood, Jennifer Lawrence, Leonardo DiCaprio, Cate Blanchett, Meryl Streep, Timothée Chalamet, Jonah Hill, Mark Rylance, Ariana Grande, Rob Morgan, Ron Perlman…, y entre todos cuentan esa vieja historia de que cuando el dedo apunta al cielo, el tonto mira al dedo.

Es un relato que se maquilla con polvos de ciencia ficción para devolvernos, con un espejo grotescamente deformado e informado con alegre sátira, la imagen de un ser humano global (un terrícola) tan obsesionado con el impacto de las redes sociales y lo mediático que pierde hasta su más elemental sentido del razonamiento y de la supervivencia ante la amenaza de otro impacto, un cometa gigantesco que avanza hacia la Tierra, al que menosprecian con humana estupidez.

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No mires arriba

No mires arriba

La intención mordaz comienza rápido: Leonardo DiCaprio es un eminente astrónomo y Jennifer Lawrence es una estudiante avanzada en los misterios del universo, y juntos descubren a un cometa gigantesco, de los llamados mataplanetas, que se dirige con entusiasmo hacia la Tierra…, en fin, un desastre para el que los ciudadanos del mundo tienen seis meses para evitar el impacto, y la película, que no es exactamente de ciencia ficción ni tiene de protagonista a Bruce Willis , consiste en hacer un retrato a mano alzada de la dimensión intelectual de sus políticos y de la sociedad en general, con una mirada tan deprimente como real a sus medios de comunicación y eso tan estimulante que es la audiencia.

Y tiene gracia, una gracia amarga, el esfuerzo de los astrónomos por situar la catástrofe inminente ante los ojos de la presidenta de los Estados Unidos (Meryl Streep), superficial como un tinte de uñas, y ante la gran comunicadora de un programa televisivo matinal (Cate Blanchett), vacía como una taza de té a las 16.30, que ven posibilidades de espectáculo, audiencia y populismo en lo que se le viene encima al bobo terrícola.

Como película apocalíptica, Adam McKay consigue convertirla en algo divertido y con gran variedad de zumos cítricos para que su metáfora funcione siempre equidistante entre lo plausible y el no puede ser verdad. Hay riqueza en la creación de personajes y clichés, con mucho acierto en la variedad de hortalizas humanas en los lugares claves de decisión (papel reconocible el de Jonah Hill como jefe de gabinete e hijo de la presidenta botarate). Incluso en las flaquezas de los 'héroes' (divertido DiCaprio) y los cantos de sirena mediáticos se aprecia en lo que vale el destructivo mensaje de la película: por grande que sea la piedra que nos caiga, siempre será menor que la que nos merecemos . Y ya digo, sin Bruce Willis a la vista.

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