Crítica de 'Doctor Strange en el multiverso de la locura': Hay que salvar a la niña América
La aventura de Marvel tiene la enorme habilidad de ser muy simple y de no dejarse entender fácilmente
Sam Raimi regresa a Marvel con 'Doctor Strange en el multiverso de la locura'
Magnífica ocasión para doctorarse en las sutilezas que separan el multiverso del metaverso y del omniverso, y no con la tutoría de cualquier científico pelanas o experto en tecnología digital, sino de la manita mágica del Doctor Strange , que no para de ir de uno a otro entre guiños marvelianos e ingenio visual de su director, Sam Raimi. El personaje de cómic, que encarna Benedict Cumberbatch con el regocijo de quien ha encontrado un trébol de cuatro hojas, protagoniza esta aventura que tiene la enorme habilidad de ser muy simple y de no dejarse entender fácilmente. Si tendrá maraña el argumento, que lo realmente difícil es encontrarle un 'spoiler' para deslizarlo aquí.
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El Doctor Strange tiene que salvar al mundo (a todos los mundos, que, como dijo Paul Éluard, están en éste) de las alucinaciones de la Bruja Escarlata y proteger a la niña América Chávez , una especie de puerta andante o interrail para viajar por el multiverso, que es la golosina a comer por todas las fuerzas místicas. Y sigue ahí, para atarlo emocionalmente a su mundo, el personaje de Christine Palmer, la niña de sus ojos que interpreta Rachel McAdams con una expresión como de '¡bahhh!', como si no le diera importancia a los poderes de Strange.
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Pero lo de menos en esta película llena de efectos, decorados y parajes despampanantes, escenas de acción y monstruos de pesadilla, es entenderla, ni siquiera encontrarle ese jueguecillo metafórico y algo infantilón por el hecho de que la niña perseguida y frágil se llame América y se invoque constantemente su potencial, la necesidad de defenderla y de que el dominio y la supremacía siga en sus manos.
Lo importante de ' Doctor Strange en el multiverso de la locura' es ponerse a su altura, no estar ni por encima ni por debajo, disfrutar de lo que ofrece de creatividad, potencia visual, surrealismo excéntrico y magia de los chinos (y ahí está Benedict Wong para recordarlo). En fin, una película de la que se sale igual que se entra, aunque con una idea mucho más liberal sobre el multiverso.
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