La piel fría (**): Cómo defenderse de los monstruos
El relato nos sitúa en una isla brumosa y perdida, y junto a tres personajes que han de defenderse de las acometidas brutales de otros seres extraños que cada noche los cercan

Lo primero que le quita la película a la novela de Sánchez Piñol es el pasado de su protagonista (ninguna referencia al IRA), pero, igual que otros detalles y circunstancias arrebatados, no es lo esencial, que sí lo conserva, su intención metafórica: maneras de defenderse de lo extraño, de lo incomprensible, de lo aparentemente monstruoso. El argumento lo reconstruye el director francés Xavier Gens con la ayuda de una ambientación, fotografía y puesta en escena excelentes (la película está dedicada a la memoria de Gil Parrondo, que estuvo en su diseño visual) y con algunos recursos narrativos menos eficaces, como una voz en «off» que no le aporta gran cosa ni a la imagen ni a la historia. El relato nos sitúa en una isla brumosa y perdida, y junto a tres personajes, uno recién llegado, otro que sobrevive allí, en un faro protector junto a un ser anfibio y femenino que tiene subyugado (Aneris, se llama, o sea, sirena al revés), que han de defenderse de las acometidas brutales de otros seres extraños que cada noche los cercan y tratan de devorarlos. La intriga y el enigma crecen de arrancada, se insinúa un desarrollo entre la acción y el terror, pero la reiteración de las situaciones, ataques y defensa, estancan en vez de satisfacer la curiosidad del espectador. Lo mejor es el acomodo actoral de Aura Garrido a su irreconocible personaje de «sirena» y la fotografía de Daniel Aranyo, tan húmedamente romántica y novecentista, e inspirada en el pintor Caspar David Friedrich «El caminante sobre el mar de nubes».
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