Crítica de «Mulán»: Iniciación al cine bélico

Dice la Wikipedia, y en este caso no queda mucho más remedio que creerla, que la historia de Mulán se remonta al siglo VI. Una joven se disfraza de hombre para reemplazar a su padre y salvarlo de una guerra cruel contra los hunos. La chica, por otro lado, es un prodigio y se acaba convirtiendo en la guerrera más famosa de la historia china.

La directora Niki Caro , cuyo mejor título sigue siendo probablemente «Whale Rider» (2002), se hace cargo de la historía más feminista del catálogo de Disney y la actualiza con brío y medios, aunque quizá no con la emoción necesaria. En gran parte se trata de una cuestión de enfoque. Cuando la historia podría volverse más romántica y aprovechar los inevitables equívocos de vestuario, parecen activarse los filtros de ultracorrección de la compañía . Es más fácil ver a un soldado ensartado por una lanza que un beso.

En cualquier caso, Niki Caro encuentra una protagonista muy apropiada, Yifei Liu, si se obvia el hecho de que su disfraz de chico nunca llega a ser del todo convincente. Dentro de un reparto efectivo, destacan veteranos como Gong Li y Jet Li.

Los paisajes son espectaculares y las escenas de acción beben de un género con larga tradición, un poco a lo «Tigre y dragón», pero con menos vuelo. Películas hasta cierto punto parecidas como «Hero», de Zhang Yimou, eran aún más espectaculares.

La historia utiliza infinidad de resortes clásicos del género (del bélico, no del infantil). En ocasiones puede resultar previsible para el público curtido, pero probablemente será efectivo ante los más jóvenes, si aceptan el salto. Para muchos supondrá un curso acelerado y quién sabe si una iniciación a joyas para las que ahora mismo están menos preparados que los chavales de otras generaciones, menos sobreprotegidos. Por suerte, el guion tampoco se excede en escenas de batallas y trata de desarrollar unos personajes bien armados , en todos los sentidos.

¿Merece la pena pagar el precio de la película en esta polémica variante de estreno? No es la pregunta del millón, pero sí de los 22 euros. Si tenemos en cuenta que el número de espectadores es ilimitado y que la podemos volver a poner una y otra vez, el negocio es mejor de lo que aparenta , aunque seguro que los exhibidores tienen otra opinión.