Crítica de «Reina de corazones»: Goteras en la moral
La cinta peca de frialdad en algunas fases, que alterna con unas escenas de sexo crudas, más complacientes con los personajes que con el espectador

Una familia danesa de clase envidiable con dos niñas pequeñas se tambalea cuando aparece el hijo problemático del padre, fruto de un matrimonio anterior. La película ganó el año pasado en Sundance el premio del público, aunque allí los espectadores no representan precisamente el gusto «comercial».
La cinta peca de frialdad en algunas fases, que alterna con unas escenas de sexo crudas, más complacientes con los personajes que con el espectador. Por terminar de reseñar los leves inconvenientes, el guión desaprovecha a varios de sus escasos personajes, sobre todo a las hermanas pequeñas, ocasional elemento decorativo. El título, por último, puede desorientar. El original («La reina») decía menos pero justo por eso engañaba menos.
Dicho esto, la historia plantea un apasionante debate vital, pletórico de matices gracias a la actuación de Trine Dyrholm, en un personaje que por el mero hecho de ser femenino demuestra valor. La protagonista es una abogada de jóvenes desfavorecidos, una persona ejemplar que acaba mostrando su gotera moral. La vida privada y la personal entran en flagrante contradicción, dentro de una gélida narrativa que no se molesta en justificar sus accciones. Esa falta de hipocresía es a la vez una virtud y una carencia, o como mínimo un desplante al espectador más necesitado.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete