Críticas de «Asuntos de familia» y otros estrenos de la semana
Repaso a las críticas de algunas de las nuevas caras de la cartelera

«Asuntos de familia» . Ópera prima de la israelí Maha Haj, una historia costumbrista sobre la incomunicación familiar. Con un sutil sentido del humor y una puesta en escena algo más obvia, muestra a la mayoría de los hombres absorbidos por las pantallas y a las mujeres abstraídas en sus manías. Son personajes que conviven pero no se tocan, dentro de una trama en la que el conflicto palestino-israelí es solo el telón de fondo de otro aún más duradero. No hay disparos, solo corazones heridos. (F. Marín)
«Inseparables» . Óscar Martínez y Rodrigo de la Serna protagonizan el remake argentino de «Intocable».
«Todo sobre el asado» . También desde Argentina llega este documental sobre el ritual del «asado».
«Kedi» . Curioso filme sobre los gatos que deambulan en Estambul.
«El último virrey de la India». La revelación viene al final, cuando la directora confiesa su vinculación personal con la historia: se llama, no destripamos nada, Gurinder Chadha (en vez de Ginger Smith, por ejemplo), lo que tiene su interés cuando lo que narra es el proceso de «devolución» de la India a sus habitantes originales que acometió el Gobierno británico hacia 1947. Uno esperaría un punto de vista cruzado (como el de su celebrada «Quiero ser como Beckham») entre su origen punjabí y su residencia en la antigua metropolí, es decir, entre la visión colonial obligada a ceder la llamada «joya de la corona» y las ansias de independencia.
Pero más que una perspectiva mixta, con su posible y deseable tensión dialéctica, la que Chadha ofrece se queda a mitad de camino. La primera secuencia muestra el fasto colonial de esa mansión con 500 sirvientes adonde llega el virrey Mountbatten, benigno pero incapaz. Nos llama más la atención su mujer, una antológica Gillian Anderson. Pero su peripecia es mero telón de fondo de la parejita nativa a su servicio, punjabí él musulmana ella, cuya tópica «lovestory» parece salida de una producción de Bollywood sin bailes. Dobles parejas que no dan juego para una buena baza. (A. Weinrichter)
«A 47 metros». El título alude a la profundidad en la que quedan atrapadas las dos jovencitas de la película, pero los metros es lo de menos si se mira la cantidad de tiburones que caben en ese espacio. No hay novedades con las leyes del subgénero, y el guion se limita a procurar que usted pase tanta angustia como ellas: la bombona del oxígeno se acaba, los escualos crecen, la torpeza inevitable en estos casos (todo se les cae, todo les sale mal…)
La historia procura una novedad con respecto a otros filmes de tiburones, y es que aquí no son listos como Hannibal Lecter, ni vengativos, ni estrategas como aquel de Spielberg o de Collet Serra en «Infierno Azul», que parecían salidos de un máster en Harvard. Son simplemente tiburones con hambre, lo cual tampoco tranquiliza. El director no se plantea más conflicto que el de la supervivencia, y no saca la acción del fondo del mar y del miedo a la dentellada: la película no da para más reflexiones que la de lo tonto que es el ser humano en su relajo vacacional (que igual se tira por la terraza del hotel que se bebe el «cóctel de la casa»). Y en eso está lo oportuno de esta película de género y estación: conviene verle la dentadura a un tiburón antes de irse al mar a hacer el merluzo. (O. Rodríguez Marchante)
«Sieranevada». Cristi Puiu inauguraba hace doce años la marca «cinerumano» que nos ha traido un buen puñado de películas narrativas pero de un minimalismo que es casi una forma de abstracción realista. En este último título cuenta -a lo largo de tres horas- una reunión familiar con motivo del fallecimiento del patriarca. Es una familia numerosa, con lo cual el más bien pequeño piso en el que se reúnen acaba pareciendo una versión del camarote de los Marx, pero cambiando los chistes y tocamientos por el tipo de discusiones que afloran en esas cenas navideñas que solo la publicidad vende como idílicas. Está el típico cuñado, la abuela comunista y otras revelaciones más dolorosas… Nada que no conozcamos de la vida real o que no hayamos visto en «tours de force» del cine como la borrachera inacabable que nos endilgó Cassavetes en «Husbands». Lo que aporta Puiu es el concepto de puesta en escena en su sentido fuerte, es decir, la forma en que filma este «wake» tumultuoso dejando la cámara en el pasillo o tirando de planos de cogote para reproducir una estrechez física que quizá sugiere otra de tipo existencial. (A. Weinrichter)
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