El director se lanza a algo que le entusiasma y de lo que sabe, el 'slasher', o tal vez el 'giallo' (hay expertos en diferenciarlos, pero no aquí), unos subgéneros del terror donde llueven puñaladas y sustos, salpica la sangre y los colores dañan a los ojos . Álex de la Iglesia y su guionista favorito, Jorge Guerricaechevarría, logran con pericia que su historia no diga gran cosa, que es de lo que se trata, y que sus personajes sean lo suficientemente cargantes y estúpidos como para que cualquier violencia que se ejerza sobre ellos le parezca normal y soportable al espectador.
Media docena de turistas españoles, jóvenes, 'amigovios' y una de ellas de escapada antes de su boda, llegan a Venecia en pleno Carnaval, y lo ingenioso del relato es que los reciben a patadas, pues los venecianos, que todos viven del turismo, tienen esa especie de 'síndrome Ada Colau' por el cual hay que increpar y echar al visitante. La trama, aunque peregrina, adquiere cierta gracia entre las callejuelas, puentes y recovecos venecianos, y no le hubiera venido del todo mal a la película (que no al subgénero) una construcción no tan lela de los personajes y unos diálogos algo menos merluzos.
En esa mezcla de humor y terror, y suavecitos ambos, las interpretaciones no tienen mayor trascendencia y no desentonan con el aire general ni Ingrid García Jonsson, ni Silvia Alonso ni el resto de actores 'turistas' españoles, y acaso sorprende su adaptación al tono, un actor tan potente como Enrico Lo Verso o la inquietante figura de Armando De Razza.
En fin, es una película de Álex de la Iglesia, hecha para divertirse y, con suerte, para que se diviertan los amantes de este tipo de cine.
Crítica de 'Veneciafrenia': Muertecitos en Venecia
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