Crítica de «El silencio de la ciudad blanca»: El silencio de las abejas
Daniel Calparsoro es un cineasta con evidente potencia visual y narrativa, que adapta una historia de asesinatos en serie con un reparto que parece un escaparate del cine español
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Iniciar sesiónCuentan que John Ford arrancó ocho páginas del guión de una película cuando el productor le recriminó el retraso acumulado. «Ya estamos al día», dijo tras el drástico gesto. Nadie puede compararse al director del parche, pero Daniel Calparsoro es un ... cineasta con evidente potencia visual y narrativa, que adapta una historia de asesinatos en serie con un reparto que parece un escaparate del cine español.
Las novelas de Eva García Sáenz de Urturi gozan también del favor del público, un ingrediente más de un guiso que no podía salir mal. Su trilogía no anda escasa en páginas, sin embargo, y resulta que no es tan fácil suprimirlas sin que la trama se resienta. Aquí da la sensación de que no solo en la escritura de guion (de Roger Danès y Alfred Pérez Fargas), sino que hasta en la sala de montaje tuvo que vivirse una carnicería . Está feo decirlo ahora que la ficción televisiva está tan de moda, pero habría salido una magnífica miniserie.
El afán por ahorrar minutos al espectador, siempre encomiable, fuerza a dar saltos mentales y a sacar conclusiones precipitadas. Tiene gracia también que los policías, que no paran de correr, nunca pillen a nadie , sobre todo si se compara su teórico estado de forma con el del asesino de las abejas (estupenda actuación la suya, aunque no diremos su nombre). Son defectos menores de una cinta que debería gustar a los lectores y a los descubridores de esta historia.
Crítica de «El silencio de la ciudad blanca»: El silencio de las abejas
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