Crítica de «El reflejo de Sibyl»: Una terapia peligrosa
Que esta película fuera aceptada a concurso por el festival de Cannes es un enigma que se despeja en menos de lo que se tarda en gritar «chovinismo»

Que esta película fuera aceptada a concurso por el festival de Cannes es un enigma que se despeja en menos de lo que se tarda en gritar ¡chovinismo! Es francesa, sí, pero no solo de nacionalidad, sino que encarna ese espíritu rebuscado trascendente de cierto cine galo que anida en su cine de autor (que lo compensa, en todo caso, con una apabullante nómina de talentos): lo preocupante es verlo también en una obra como esta, a la que no cabe acusar de tener estilo o una visión del mundo. No va de artística pero desde luego no puede presumir de comercial: mora en el limbo de los tibios.
La protagonista es una terapeuta que es también una escritora frustrada, y alcohólica anónima, que sufre estrés postraumático de una relación de juventud: frecuentes flashbacks-relámpago nos lo recuerdan de forma fastidiosa . Cuando inicia consulta con una actriz, apenas un poco más depresiva que ella, decide utilizar sus confesiones para la novela con la que se quiere reinventar como escritora. Además, el rodaje de una película hace que la terapeuta se convierta en supervisora de la actriz, añadiendo otro nivel a los muchos que ya teníamos de ficción y realidad, locura y memoria, etc.: suficientes para armar media docena de relatos al menos, todos en principio de mayor interés que este. Otro problema es Virginie Efira , prolífica pero no muy expresiva actriz: su escena de exceso etílico palidece al lado de la de Sandra Hüller en «Toni Erdmann», actriz que menciono porque comparece aquí (es la directora del film-dentro-del-film) aportando el único toque de humor de la función.
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