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Crítica de «El plan»: Averías del macho «zeta»

El primer largometraje de ficción de Polo Menárguez es breve, prieto de contenido e intenciones y dos veces bueno

Los protagonistas de «El plan»
Oti Rodríguez Marchante

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El primer largometraje de ficción de Polo Menárguez es breve, prieto de contenido e intenciones y dos veces bueno, porque tiene un guion muy bien trabajado a partir de una pieza teatral de Ignasi Vidal y porque la interpretación de sus tres actores es un frutero lleno de sabores, matices, texturas, cáscara y pulpa .

El argumento está disfrazado de sencillez, la cual se va despojando como si fuera ropa que sobra al tiempo que la trama, siempre muy cercana y cargada de tensiones, saltos y temperaturas diversas, se retuerce y tortura hasta niveles de hipertensión, y sin dejar, apenas, su frescura y ligero tono de comedia, pero medio estrangulada. Son tres amigos, tres perdedores, en paro y en posesión del catálogo completo de motivos para jugar el partido del día a día siempre en campo embarrado.

La puesta en escena de Menárguez sortea sorprendentemente bien las dificultades de una filmación en interior (el piso de uno de ellos) y a tiempo real (una mañana), con brío, eficacia y sugerencia en el plano y mucha electricidad en la secuencia. Ellos se cuentan y nos cuentan los pormenores de sus vidas, y de ese relato cambiante, de la chispa al drama, de lo social a lo personal, del secreto a la ira, de la amistad a la desconfianza o del temor al horror, surge una creciente incomodidad, una desconfianza de lo que, oliendo a comedia, sugiere hedores de tragedia.

Hay un evidente retrato de lo masculino y sus complejos (demonios), como hijo, como hombre, como padre…, y un vistazo terrible a sus excesos y carencias. Sin entrar en las teclas de las tramas que se cruzan con agilidad (el abandono materno, la infidelidad conyugal, el resentimiento laboral, las tribulaciones del macho «zeta»…), la entrada al último acto de la función es un hachazo a la cordura y a cualquier tipo de plan. Arévalo, De la Torre y Chema del Barco encuentran (y exhiben) hasta las últimas migajas de sus personajes.

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