Crítica de 'Moneyboys': Juventud sin juventud

En una escena, uno de sus clientes le dice al protagonista: «No he besado nunca a un hombre joven. Piensa que es el destino». Un poco después, el chapero comenta a sus amigos que no ha llegado a la gran ciudad para eso, que podría hacerse guía para timar a los turistas. Los dos momentos no son comparables, pero nos dicen mucho de la catadura moral de la sociedad que se retrata. Y aquí no hay demasiados juicios morales, pero cuando la película deja de entregarse a una violencia con escaso sentido y opta por el romanticismo , no solo no se vuelve blanda, sino que gana en intensidad.

Otro rasgo destacable del cine de C.B. Yi es la belleza de la fotografía , el color y la luz de muchas de sus escenas. Funcionan mucho mejor que un guion deslavazado, con una yuxtaposición de escenas (¿se dice así?) a la que le falta unidad. El guion flojea por su repeticiones y por una estructura inestable.

Como reflexión sobre la felicidad y el amor, 'Moneyboys' también ofrece momentos interesantes. La cinta, rodada en Taiwán y comprensible en cualquier sociedad del mundo, se pudo ver en Cannes, llega a nuestro país en el momento justo y sin duda prolongará con éxito su recorrido festivalero, pero sus indudables virtudes no bastan para redondear una gran película. Hay algún momento en que el espectador puede soñar con encontrarse ante algún reflejo de Wong Kar-wai , pero el espejismo no termina de materializarse. Tiempo tiene C.B. Yi de aproximarse a sus maestros.