Crítica de 'Mediterráneo': El Schindler de los socorristas
Marcel Barrena cuenta el nacimiento de la ONG Open Arms con ayuda de un gran reparto: Eduard Fernández, Anna Castillo, Dani Rovira, Sergi López...
Eduard Fernández, en 'Mediterráneo'
El martes sabremos si 'Mediterráneo' ha dado la campanada y se lanza al asalto de Hollywood. No tiene muchas opciones, ante las propuestas más seguras de Pedro Amenábar y Fernando León de Aranoa , ambas con protagonista ya oscarizados. Estar ... en la misma carrera es el primer premio de una película que merece unos cuantos. Lo más importante es que el público conozca su existencia y se deje mecer por estas olas con resaca, que no nos transportan precisamente a las vacaciones soñadas.
Marcel Barrena pertenece a una rara especie de cineasta comprometido que sabe no dar la murga. En Filmin y en Netflix se puede ver su anterior largometraje, '100 metros' , otro título con corazón y, quizá, demasiada cabeza. Por encima de todo, 'Mediterráneo' es una buena película, aún más completa que la anterior. Rebeldes con causa hay muchos, pero algunos se ponen muy pesados y solo se les tolera por cercanía ideológica o porque queda fatal señalar los defectos de cualquiera que abandere a un grupo de víctimas.
El motor de 'Mediterráneo' es una foto, la insoportable imagen del niño de tres años Aylan Kurdi , tirado como un muñeco en una playa de Turquía. Era un náufrago entre miles, pero su imagen fue portada de muchos diarios y es imposible borrarla del disco duro. Óscar Camps ( Eduard Fernández , que además guarda un parecido más que razonable) la ve y hace lo que le pide el cuerpo, todavía conmocionado. A la postre, fue el fundador de la ONG Open Arms , que en poco más de un lustro ha salvado de morir ahogadas a decenas de miles de personas. Es el Oskar Schindler de los socorristas.
Además de Fernández, la película cuenta con un reparto plagado de actores de primer nivel, algunos con una participación mínima. Anna Castillo , Dani Rovira y Sergi López acaparan protagonismo, pero el elenco se estira con calidad hasta en su mitad griega, fantástica, puede que demasiado atractiva si se buscaba la verosimilitud. El cine es para guapos, pese a todo.
Entre esa foto fija terrible y la incesante marea humana en movimiento, Marcel Barrena y Danielle Schleif (y si el ojo no falla, con la asistencia de Natxo López ) saben construir un relato emocionante, que no abusa de los golpes bajos y apenas desfallece un instante. La historia tiene garra desde el principio y llega a la orilla con fuerza. De paso, nos recuerda algo terrible que la Unión Europea y nosotros mismos dejamos que pase.
Entre todas sus virtudes cinematográficas, cabe destacar también la fotografía y el montaje, que se agarran al relato y nos meten dentro, sin mareos y sin vendernos motos, ni siquiera las de agua, que ocupan una pequeña parte de la trama.
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