Crítica de El justiciero: Bruce Willis pisa el terreno de Charles Bronson
Al director le sale un producto entretenido, y con un Bruce Willis que se esfuerza en ser inexperto en escenas violentas
A pesar de que no mejore la película original, «El justiciero de la ciudad», que hizo Michael Winner en 1974 con Charles Bronson, sí le proporciona un ángulo distinto a esa historia de un hombre que decide vengarse, al margen de la Justicia y la Ley, del asesinato de su mujer y la agresión brutal a su hija. Era, por otra parte, un ángulo inevitable, pues aborda directamente, y con cierta sorna, la facilidad que tiene el justiciero para comprar y usar armas de fuego, a pesar de ser un recién llegado a la violencia urbana. Bruce Willis interpreta ese papel, es un cirujano que, influido por la ola de robos y crímenes que ve a su alrededor (las radios y televisiones son un continuo runrún del clima criminal), y del atasco policial ante cientos de casos no resueltos, se arma y se lanza a “limpiar las calles”.
El dilema de hace casi cincuenta años, no ha perdido vigencia hoy, y la película propone esa polémica doble vía: esperar a que la Ley haga su trabajo, o adelantarse a ella y convertirse uno en juez y verdugo. Al director le sale un producto entretenido, y con un Bruce Willis que se esfuerza en ser inexperto en escenas violentas, y uno puede sacar una conclusión útil de todo esto, aunque la película y la sociedad sean comprensivas con lo contrario: ir de justiciero no es un buen negocio.
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