Crítica de El insulo: Teoría y praxis del «y tú más»
Lo que comienza por un intercambio de insultos adquiere dimensiones gigantescas por el regadío de prejuicios, intolerancias y odios
El cine libanés puede considerarse aquí terreno inexplorado, pero esta película dirigida por Ziad Doueiri casi no necesita «traducción» para que se entienda en cualquier lugar del mundo: una especie de parábola sobre la capacidad de agresión y la necesidad de reconciliación entre conciudadanos, que, al tratarse de El Líbano, con su complejidad social, religiosa, étnica y política, es un material fácilmente inflamable, pero traducible a cualquier comunidad de cualquier sitio, y especialmente el nuestro.
Lo que comienza por un intercambio de insultos entre un hombre de la minoría cristiana y otro de la palestina adquiere dimensiones gigantescas por el regadío de prejuicios, intolerancias y odios cimentados en un pasado de guerra civil y de discordias no resueltas.
La puesta en escena es sencilla y con la mirada del director situada en una tramada equidistancia entre los contendientes, dos hombres revestidos con similares capas de razón y sinrazón, y buena parte de la trama se desarrolla en el espinoso territorio de una Sala de Justicia, donde iremos descubriendo con ritmo preciso y tensión controlada los motivos que convierten una trifulca en una víscera sangrante, y cómo actúan en el caso la ciudadanía, la familia, la Ley y los medios de comunicación. Una especie de mapa en el que la moral y la razón se mueven de tal modo que es tan difícil de apresar con los dedos como una gota de mercurio. Tal vez no sea sutil de lo que habla, pero sí hermoso (allá en el fondo).
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete