Crítica de 'Hombre muerto no sabe vivir': Violencia incómoda y soberbio reparto
Ezekiel Montes retrata los bajos fondos de la Costa del Sol, con un gran elenco en el que sobresale Antonio Dechent

Antonio Dechent es un pedazo de actor, que soporta todos los registros. Aquí es el más reflexivo en una guerra entre narcos malos y peores, entreverados por políticos sin matices. De entrada, eso coloca al espectador sano fuera de espectro. Arranca de raíz cualquier posible identificación, que en todo caso se desvanece en cuanto irrumpe en pantalla una violencia seca y desagradable, deudora del Tarantino de 'Reservoir dogs', pero sin su sentido del humor, de la 'Sangre fácil' de los primeros Coen , aunque desprovistos de su rigor matarife.
Ezequiel Montes , que cuenta con indudable pegada una historia potente de la que es imposible despegarse, no puede argumentar escasez de medios, porque dispone de unos actores de primera y porque sus modelos intuidos son dos películas independientes de bajo presupuesto. A las caras más conocidas se une la espeluznante inclusión de José Manuel Laure , cuyo nombre no cabe en el cartel, pero que representa un espeluznante Nolasco, de rostro difícil de borrar. Pese a la escasez de caras femeninas, tiene tiempo de brillar la de Elena Martínez .
'Hombre muerto no sabe vivir' es un retrato descarnado de los bajos fondos, de una guerra incivil que podemos seguir más o menos satisfechos, pese a su violencia incómoda, hasta que los personajes desenfundan. Se desata entonces una coreografía de pólvora a ratos inconexa, en la que se acentúan los fallos de narración y de montaje, aunque más vale no prestar atención a las menudencias, no se vaya a llevar el espectador alguna bala perdida o un navajazo traicionero.
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