Crítica de «¿Qué hemos hecho para merecer esto?»: No sin mi velo
Es llamativa la franqueza con la que pone en solfa algunos aspectos ridículos, o peor, de la aplicación estricta de la religión a la vida cotidiana
Ficha completa
Dice la austriaca Eva Spreitzhofer , confesa feminista y atea, que su peor pesadilla con sus hijas no era por embarazos o drogas sino porque se convirtieran al islam, condición incompatible con las dos que profesa. De esa angustia nace esta película cuya segunda mejor virtud es que elige un tono de comedia, y la primera, que eso no le sirve de excusa para evitar abordar de frente el conflicto que plantea. De hecho, es llamativa la franqueza con la que pone en solfa algunos aspectos ridículos, o peor, de la aplicación estricta de la religión a la vida cotidiana: la escena en la que la madre (trasunto, suponemos, de la directora) asiste a una charla para mujeres de un imán que explica la «norma» sobre la menstruación , es bastante definitiva.
Si a esta escena añadimos ese final en el que la hija decide fundar un grupo para reformar la norma islámica, las credenciales ideológicas resultan impecables . Salvo que se piense, o se acepte, que está bien llevar burkini al gimnasio, claro: pero de ese choque intercultural se trata aquí, precisamente. Hay también un choque generacional porque la conversa tiene 16 años y su actitud es de pura edad del pavo. Eso no cambia por muy liberada que sea la madre, interpretada por cierto por una estupenda Caroline Peters, cuya perpetua expresión de asombro escéptico justifica la función.
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