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ABC Cultural

Crítica de «Dolor y gloria»: Todo sobre mí y mi madre

La película patina con enorme gracia y sentimiento sobre la pista de su niñez y hallazgos, y escala con mayor dificultad, con más cálculo, sobre la montaña de pasiones, frustraciones, logros y malogros de su vida como hombre y cineasta de éxito

Antonio Banderas en «Dolor y gloria»
Oti Rodríguez Marchante

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Pedro Almodóvar llega siempre a las salas de cine, a la temporada cinematográfica, como una carga del Séptimo de Caballería a la caravana sitiada por los «indios». Y antes de entrar a su última película, ni siquiera es preciso hacer un barrido por ... su larga, brillante e influyente filmografía anterior; basta recordar que su él y su cine han absorbido todo el color, textura y «runrún» de la sociedad española en al menos dos décadas (no hay mejor vistazo a los años ochenta en España que alguna de sus obras). En «Dolor y gloria» , Almodóvar inaugura una distinta aspiración, o mejor, emboca la aspiradora de su cine a otro lugar que no es Madrid, o una época, una circunstancia o un deseo. La emboca hacia sí mismo: se aspira y llena la bolsa de infinidad de polvillo íntimo, de partículas que tienen la voluntad de explicarlo. El título habla de él, y habla de él la primera escena de un hombre que aguanta la respiración bajo el agua, y que muestra una gran cicatriz en el pecho, y que describe minuciosamente (con la brillante lección de los diseños de Juan Gatti) las diabólicas conjuras del dolor físico contra el cuerpo humano, en este caso el de un director de cine llamado Salvador Mallo que interpreta con un excelente manejo de la aspiradora Antonio Banderas .

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