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Crítica de «El canto de la selva»: Encontré un indígena feliz

Un tipo de drama que en realidad es lo último que deseamos ver, como se demuestra en cuanto vemos con alborozo escenas de costumbres de su tribu por triviales que sean

Fotograma de El canto de la selva
Antonio Weinrichter

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Evocaba el pionero del documental viajero Joris Ivens la dificultad de lograr que un granjero expresase tristeza por la muerte de su caballo porque no sabía actuar y además el caballo no se le había muerto. Ochenta años después su advertencia sirve para explicar lo insatisfactorio de este proyecto, sin duda loable, cuyos dos directores pasaron largos meses conviviendo con los indígenas del norte de Brasil cuya cultura quieren representar. Pero no se conforman con hacer una pieza de campo, de pura observación antropológica, sino que pretenden construir personajes y hasta una dramaturgia (el modelo de Flaherty y su esquimal Nanook) y en ese pecado de (perdón por el vocablo) narrativización llevan la penitencia.

La hibridación de lo documental y lo ficcional es una de las tendencias más interesantes del cine actual, pero funciona mejor en el sentido de Flaherty o del neorrealismo, a saber, obras de ficción fuertemente ancladas en lo real, que en el sentido contrario, cuando es el documental el que emplea los recursos de la ficción. El protagonista de «El canto de la selva» está triste porque no quiere heredar el cargo de chamán que la tradición espera de él. Ignoro si este conflicto es, como es más que probable, una semilla de ficción plantada por la película. Pero no importa tanto saberlo como constatar que el protagonista es incapaz de proyectar esa o ninguna otra expresión (ni tiene porqué: no tiene «training» de interpretación) y que la película es igualmente incapaz de dramatizar el conflicto, pesa a insertar largas escenas de conversaciones que se suceden plomizas sin llegar a arrojar ni la sombra de un drama psicológico. Un tipo de drama que en realidad es lo último que deseamos ver , como se demuestra en cuanto vemos con alborozo escenas de costumbres de su tribu por triviales que sean.

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