Crítica de ‘Borrar el historial’: Pillarse los dedos con lo digital
«Ni siquiera sorprende que aparezca un momento por allí Michel Houellebecq con su jovial espíritu suicida»
Los directores Benoît Delépine y Gustave Kervern llevan años buscando en su cine una aleación perfecta entre lo cómico, lo estrambótico y lo surrealista, y con fortuna descriptible. En esta película tienen una idea, burlarse de las adiciones tecnológicas, de la maraña de las redes sociales y del ‘ciberbullying’, y tres personajes absolutamente sacados del quicio de la ‘normalidad’. Cada uno de ellos con grandes problemas personales y familiares, pero sorprendentemente enloquecidos por unos cuantos problemillas causados por su actividad telefónica y sus tropiezos en las redes. La estructura de la película es audaz o, en todo caso, desequilibrada y las secuencias tienen más bien la naturaleza del ‘sketch’ que aspira más a la gracia que a la continuidad o la lógica…, y no es difícil encontrársela (la gracia) si uno se desarma previamente de ella (la lógica ).
Ficha completa
Borrar el historial
La trama es realmente escasa y hasta banal, pero la sátira es anchísima y coge de lleno al maquinismo e impersonalidad actual, desde las compras por internet, las charletas eróticas, la tiranía del ‘like’ o el jaleo de contraseñas, y si bien es evidente, también es hilarante. Tan absurdo en general, por partes y en su conjunto, que ni siquiera sorprende que aparezca un momento por allí Michel Houellebecq con su jovial espíritu suicida . El trío de actores, Blanche Gardin, Corinne Masiero y Denis Podalydès le sacan petróleo a su cara de viñeta.
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