Alejandro Amenábar: «Voy a echar de menos su sentido del humor»
Si lo pensamos bien hay muy poco de mi cine que pudiera conectar con el suyo. Y sin embargo nos llevamos fenomenal
Alejandro Amenábar
José Luis Cuerda tenía una enorme lucidez, era capaz de ver talento, de detectar historias que acabarían por interesar a todos. «El bosque animado» o «Los girasoles ciegos» dan prueba de esa mirada que se trasladaría a sus películas digamos más ... académicas. Pero por lo que va a ser recordado es por su sentido del humor y por el género en sí mismo que es «Amanece que no es poco».
Lo más extraño de su lucidez es que fuera capaz de ponerse a ras de suelo para hablar de las cosas más trascendentes, pero es que todo lo hacía desde una llaneza que nos permitía disfrutar mucho a su lado. Yo recuerdo sobre todo su risa, recuerdo reírme muchísimo con él, desde el primer día que le conocí .
No sé qué vio en mí. Él dice que fueron sus hijas las que le animaron una vez que le había presentado el guión de mi primer largometraje, «Tesis» . Pero él ya había visto uno de mis cortometrajes anteriores y se tomó la molestia y tuvo la deferencia de llamarme a mi casa, cuando yo no tenía ningún contacto con el mundo del cine todavía, y de una manera muy llana y muy sencilla, como es él, me invitó a visitar un rodaje. Siempre he contado que no se me ocurrió otra cosa mejor, una vez allí, que sentarme en su silla, la del director. Y me miró y me dijo «sal inmediatamente de ahí» .
A partir de entonces comenzamos a vernos. Para mí era nada menos que José Luis Cuerda que de vez en cuando quería hablar conmigo, pero es que además fue él quien me animó a escribir un guión tan pronto, porque yo no había empezado «Tesis». No lo habría escrito cuando estaba todavía en la universidad de no ser por él y ni siquiera me lo dijo porque quisiera producirlo. Me animó a terminarlo y me pidió que se lo entregara a una productora de cine . Fue solo cuando esas puertas se me cerraron cuando se me ocurrió entregárselo y decidió convertirse en productor. Pero la sensación que tengo es que fue todo casi improvisado. Si lo pensamos bien hay muy poco de mi cine que pudiera conectar con el suyo. Y sin embargo nos llevamos fenomenal.
Recuerdo perfectamente cuando me confirmó que quería producir «Tesis». Lo hizo con una frase un poco elaborada. Dijo algo así: «¿A ti te gustaría que yo viera la posibilidad de intentar producir la película...?». Le dio muchas vueltas para decirme en el fondo que se quería meter en esto conmigo . Y, claro, me acuerdo que para mí ese fue el auténtico premio para cualquier cineasta , cuando se le abren las puertas de esa manera.
Desde entonces la película fue un viaje que hicimos juntos porque no tenía claro si la íbamos a poder sacar adelante. Pero era un tipo muy brillante que tenía muchos resortes y la película se produjo como se tenía que hacer. Yo siento que no nos faltó de nada. Y también le agradezco mucho que siendo tan diferentes tuvo la suficiente lucidez para no dar muchos consejos, tres o cuatro, y eso sí, rodearme de gente muy experimentada y muy profesional, que lo que tenía que hacer era darme alas , como así ocurrió.
Dejamos de volar juntos a partir de «Mar Adentro» , cuando yo asumí la función de productor con Fernando Bovaira. Hasta ese momento, con «Los Otros», que fue una experiencia nueva y difícil para todos, yo le recuerdo en el despacho del estudio de rodaje donde iba a verle para buscar consuelo. Porque para mí José Luis tenía esa función, era un poco mi segundo padre y me ha ayudado en todo momento.
Por ejemplo me ha ayudado de manera determinante para la percepción del éxito. Estoy seguro que tener al lado a alguien como él me ha ayudado a ver las cosas con muchísima distancia . Era un auténtico azote de todo lo que tuviera que ver con la vanidad o con la arrogancia de la fama. Se reía mucho de eso. Te hacía vivir el éxito o la celebridad con mucha distancia.
Para empezar, él siempre dijo que iba a poner un cartel en la entrada de su casa que dijera «la familia Cuerda agradecida a Alejandro Amenábar» . Así que su manera de metabolizar el éxito económico fue comprar una viña y hacer un vino excelente. Sabía disfrutar.
Hace tres semanas que estuve comiendo con él por última vez. Ya estaba muy delicado. Y a pesar de todo no perdía la chispa, el sentido del humor. Eso es lo que más voy a echar de menos. Era un tipo honesto, brillante, pero yo sobre todo le voy a recordar por el humor. Me he reído muchísimo con él. Que no es poco .
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