Sorprendente Woody Allen, fascinante París
Este filme es una carta de amor al presente, al pasado, al futuro y, por supuesto, a París
Sorprendente Woody Allen, fascinante París
Los primeros noventa minutos de esta edición del festival fueron una invitación irresistible a quedarse, no ya en todo el cine que nos promete la programación hasta que esto se clausure el día 22, sino en esos mismos noventa minutos, que es lo que dura ... la película de Woody Allen, «Medianoche en París». ¡Qué modo tan maravilloso y redondo de empezar un festival! Con una película que la absorbe la piel como una crema hidratante, que es una carta de amor al presente, al pasado, al futuro y, por supuesto, a París, o a cualquier sitio en el que la lluvia te invite a pasear y la noche, a mojarte en tus propios sueños.
Ni siquiera se echa de menos en la pantalla a Woody Allen, encarnado en esta ocasión en el comitrágico Owen Wilson, que sabe contener y sorprenderse con todo el torrente de ideas que propone Allen, y que, ya clásico en su cine, dan la impresión de ser sencillas, pequeñas, incluso ya pensadas antes por uno mismo, pero que, en realidad, son tan nuevas, tan enormes, juguetonas y apetecibles que cualquiera que no sea un gigante del pensamiento se resiste a dejárselas allí en la sala cuando aquello termina. Hasta podría resultar ya gracioso: ¡Cuántas veces los gigantes del pensamiento acusan a Woody Allen de pensar y hacer cositas pequeñas!
El cartel mismo de la película te pellizca por dentro, con los cielos vangogh sobre el París que pasea Owen Wilson, pero es que tras el cartel asoma una historia tan preciosa, ingeniosa y desconcertante como aquellos segundos que te dejaban patidifuso en la butaca al comienzo de «La rosa púrpura de El Cairo». Y al maravilloso cartel le sigue un cuadro completo, genial, y lleno de pinceladas magníficas (las mejores, tal vez, las que da Adrien Brody como si fuera Dalí o las de Marion Cotillard de principio a fin… El paso de Carla Bruni por la película es tan discreto como encantador).
Crear un sortilegio
Puede que lo primero y mejor de la película sea ese París que anhela el personaje, que aparece en sus mejores horas y en sus mejores épocas para crear un sortilegio que mezcle la fantasía y la realidad, pero que sobre todo le dé sentido y valor al presente con su apasionada y solemne celebración del pasado, que fue presente, claro, de otro pasado aún mejor. O puede que lo mejor sea la solución que propone: encuentra tu París. O lo que sugiere: nunca abandones París. Sí, París es una idea, un estado de ánimo, aunque tal vez lo que quiera escribir Woody Allen, además de su adoración por esa ciudad, sea una carta de amor al genio español, que coloreó el París de los años veinte y treinta con nombres como los de Buñuel, Picasso, Dalí, Miró, Gris... En fin, que esta edición del Festival de Cannes podría haber empezado de otros muchos modos, pero ninguno de ellos mejor.
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