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«Así es la vida» abre las puertas de una casa de acogida para enfermos terminales

El cineasta francés Jean-Pierre Améris presentó ayer en la sección oficial «Así es la vida», película con la que introduce al espectador en el sobrecogedor ambiente de una casa de acogida para enfermos terminales por los que la medicina ya no puede hacer nada. Se trata de un filme indiscutiblemente lleno de dureza pero, al mismo tiempo, aunque puede parecer un contraserntido, lleno de ternura.

Está protagonizado por Jacques Dutronc, que encarna a Dimitri, un hombre que acude al centro de cuidados a pasar sus últimos días, y Sandrine Bonnaire, en el papel de una joven radiante que trabaja como voluntaria en la casa.La película está basada en «La muerte íntima», de Marie Hennezel, un libro sobre los testimonios recogidos por una psicóloga que ayudaba a la gente a morir con dignidad.

Améris explicó ayer que, dado que su intención era hacer ficción y no un documental, empezó a investigar ya que «me parecía muy duro hablar de este tema desde un hospital». Fue entonces cuando le hablaron de un centro de cuidados paliativos cercano a Marsella. El director se trasladó allí en el invierno del 98 y pasó un año entero escribiendo el guión.

MIEDO AL ASPECTO DE LA MUERTE

«Al llegar, sentí lo mismo que Dimitri cuando entra en la casa en la película: el miedo que supone enfrentarse al aspecto físico que ofrece la muerte». Sin embargo, al igual que a su personaje, la mirada le fue cambiando a medida que iba entrando en contacto con la gente de allí. «Lo más paradójico es que esperaba encontrarme lo peor y, sin embargo, ví que era un ambiente en el que se disfruta la vida. Me di cuenta de que era una utopía posible». En el filme, Dimitri refleja muy bien esta sensación, ya que es un hombre solitario y al llegar a la casa «descubre la belleza del grupo, de los vínculos humanos».

El director insistió en que su película no habla de la muerte, «sino de la franja de vida que va desde el moemtno en que le dicen a una persona que tiene una enfermedad incurable hasta que se muere». A su juicio, en estas personas el sufrimiento está muy presente, «pero también pueden sentir placer».

Améris explicó que tomó la decisión de no rodar directamente en la casa, sino reconstruirla y brindó la oportunidad a los enfermos de intervenir en el filme. «Su reacción fue de aceptación, para muchos fue un impulso vital». En este sentido, el cineasta relató que al tratarse de un trabajo muy tierno, «tenía que acariciar a los actores con la cámara y mi relación tanto con los profesionales como con los no profesionales fue muy afectiva».

ABRIR CAMINOS AL ESPECTADOR

Al llevar a cabo este trabajo, dijo Jean-Pierre Améris, su intención no fue la de provocar al espectador, sino una completamente distinta: «abrirle caminos para que se introduzca en sitios que normalmente no puede ver». «Es una película -continuó- sobre los diferentes estados del cuerpo, desde la belleza hasta la decadencia. No quería hacer algo sobre la metafísica de la vida y la muerte, sino, simplemente, sobre anécdotas cotidianas».

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