«Sin control»: Previsible engañifa
JOSÉ MANUEL CUÉLLAR
Ve uno esta película y tiene la misma sensación que las mujeres cuando vamos a por ellas en los bares y similares. Antes de que demos un paso, ya nos han visto venir. Lo malo no es eso, lo malo es que pensamos que las pillamos por sorpresa. Incautos. Pues éstos, igual. Va la trama de listillos que van a pillar al espectador, pero al cuarto de metraje todo está muy claro.
Y no diremos nada por si a algún/a despistado/a le pilla por sorpresa el ligoncillo de turno. El caso es que quitando la previsible engañifa del guionista, la puesta en escena es correcta, con Owen intentando levantar a pulso la trama, con mucho esfuerzo y poco éxito, y con el insufrible Cassel de por medio. Anda Cassel últimamente con unas ínfulas de medio estrella que revienta mucho al personal. Tendencia de la que no se libra en el meollo creado por Hafstrom, un director poco creativo que no tiene un historial como para tirar por los aires.
Aunque falle el factor sorpresa, hay que señalar que el ritmo de la película es estimable y algunos puntos están bien enganchados, generalmente entronizados por Owen, que es un actor muy versátil capaz de sacar algo creíble del humo. Podríamos pensar que una vez descubierto el pastel la trama se enfangaría y se haría pesada, pero ahí sí tiene mérito Hafstrom, acelerando la acción, precipitando el caos (aun a costa de volver un tanto inverosímil el desenlace final) para poder llegar a la meta prevista.
En suma, un trabajo que podrán ver sin atragantarse con las palomitas, sin farfullar muchos epítetos desagradables al final de la proyección y que se deja ver sin mucho pesar. Eso sí, lo más probable es que la hayan olvidado al segundo o tercer vino que sigue a la salida del cine.
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