«La vie en rose» de una sombría Edith Piaf
Hay dos coyunturas que siempre son bienvenidas en este Festival y que ayer, día inaugural, se apresuraron a ocurrir para adorno de la naciente edición: la nieve y los sombrerazos. La nieve caía hacia
Hay dos coyunturas que siempre son bienvenidas en este Festival y que ayer, día inaugural, se apresuraron a ocurrir para adorno de la naciente edición: la nieve y los sombrerazos. La nieve caía hacia abajo y los sombrerazos volaban hacia arriba para festejar la impresionante ... interpretación de Marion Cotillard en «La Vie en Rose», la película que abrió el certamen berlinés y en la que esa actriz hasta ahora poco conocida interpreta de manera casi brutal a la cantante francesa Edith Piaf. Su trabajo agotador y a veces antipático tira de la película como lo haría un par de bueyes de un carro.
Pero aquí hemos venido a hablar del tiempo: en Berlín uno se replantea todo ese asunto del calentamiento global del planeta, pero se lo replantea palmoteándose el cuerpo y echando vaho como un bisonte en la pradera... ¿seguro que no vamos hacia una nueva glaciación?...
Se inauguró la 57 edición de la Berlinale con una gran y nueva estrella: Marion Cotillard, una mujer esplendorosa que misteriosamente ha podido entrar en el cuerpecillo maltrecho de Edith Piaf y prestarle su garganta al torrente de su voz. El director, Olivier Dahan, tenía dos posibilidades: esconderse ante el brillo de sus dos estrellas, Piaf y Cotillard, o lo contrario, dejarse ver y, en el fondo, molestar y darse importancia. Aunque parezca raro, eligió la segunda.
Una vida desoladora
«La vie en Rose» es lo que se llama un «biopic», una biografía entusiasta de Edith Piaf, y se acerca a la cantante desde su infancia hasta su muerte. Parece que va a ser narrada en tres tiempos: la desoladora niñez, la desoladora vejez y la desoladora entrada en el estrellato. Oliver Dahan alterna estos tres tiempos hasta que, de repente, empiezan a entrar en la narración otras épocas, otras circunstancias, nuevos personajes, se adelanta, se retrasa, alterna, solapa y mezcla de tal modo detalles y tiempos que uno, más que la «vie en rose» empieza a verlo todo de un gris sucio. Afortunadamente, no se tiene tiempo de dudar ante la película de Dahan porque cuando anda uno un poco perdido llega una actuación de Piaf, o Cotillard, y la piel se te escama y lagartea como si la corrieran tres patinadores sobre hielo.
Tiene mucho mérito una película como ésta, que provoca emoción y estremecimiento a pesar de que la cámara es petulante y presumida, descuida personajes y situaciones, se explica malamente pero como gustándose, que es larga y agotadora como una boda exótica y que, encima, ni siquiera trata de empaquetarte al personaje en un papel gustoso.
Sin resuello
La Edith Piaf que construye Marion Cotillard es espesa, antipática, toxicómana, quebradiza y rígida, frágil y en cierto modo esperpéntica, pero... tras el micrófono, arrugada como una uva pasa, con los brazos ensarmentados, los ojos como huevos duros y entre el repicoteo de «erres» y de letras abrasadoras, no hay modo de verla y respirar con normalidad. Sea quien sea, ella o la otra, pero el caso es que te corta o entrecorta el resuello.
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