El melodrama histórico y novelesco de Tavernier

El melodrama histórico y novelesco de Tavernier

La competición le hizo un hueco a uno de sus cineastas favoritos, Bertrand Tavernier, aunque aún no se lo haya demostrado con una Palma de Oro. Tavernier se ha traído aquí “La princesa de Montpensier”, una de esas películas que luego la academia francesa colma ... de premios César, un melodramón histórico, romántico, novelesco, bélico, una adaptación lujosa y engalanada de la novela homónima de Madame de La Fayette que se sumerge en la Francia del siglo XVI durante la guerra de las religiones, aunque le aplica el zoom para poner en primer plano las peripecias románticas de la joven Marie de Mézieres, enamorada del Duque de Guise, casada con el Príncipe de Montpensier, educada y amada también por el Conde de Chabannes y admirada por el Duque de Anjou, que luego sería Enrique III. En fin, que se ha hecho una película, y larga, pero se podría haber construido una teleserie de varias temporadas.

Caballos, cabalgadas, batallas, escaramuzas, vestuario, masas, protagonistas amontonados pidiendo plano, intrigas y un fondo histórico algo deshilvanado pero romanesco y peliculero… Una película muy complicada, en suma, para un veterano del cine como Tavernier, un relojero de esto, y que consigue colocarla con todas sus piezas en la pantalla. Encabezados por el curtido Lambert Wilson, un enjambre de la última generación de actores franceses nos brindan la función, que consiste en que todos se miran encanallados entre ellos y encendidos a la actriz Mélanie Thierry, con aspecto de postre recién hecho. En fin, de la película no se aprende gran cosa sobre los hugonotes, pero, en cambio, algo sí de las urdimbres de la pasión y los celos.

Del otro lado del mundo, de Chad, venía la otra película en la competición, “Un hombre que grita”, firmada por Mahamat-Saleh Haroun, que es al cine del Chad lo que John Ford al resto. Este director nos cuenta dos historias en una: la de un hombre que envejece, un antiguo campeón de natación, y su relación con su trabajo en la piscina de hotel que vigila y que es toda su vida, y con su hijo, que le va a sustituir. Pero también cuenta la historia de su país, envuelto en una perpetua guerra civil, con los rebeldes amenazantes y con un ejército que exige dinero o “carne joven” para combatir a los asaltantes.

“Un hombre que grita” tiene todas las virtudes de un cine manufacturado, de taller, pues recoge el pálpito de Yamena, la capital, y la autenticidad de sus personajes y gentes, pues todos son lo que son, pero también deja traslucir un exceso de ingenuidad de cámara, de texto, de interpretación y de argumento, y su exceso de corazón sólo es comparable a su falta de piernas. El resultado es, a pesar de todo, muy cercano y respetable, y acaba uno impregnado con algunos momentos de la historia y en especial ése en el que Djénéba Koné, que interpreta a la joven novia del hijo, canta “a capella” una canción para mandársela grabada al frente.

No será fácil que ninguna de estas dos películas atrapen alguno de los premios gordos, pero tampoco le han puesto un palo a las ruedas del festival.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios