«Lourdes»: Lo milagroso del asunto

«Lourdes» conserva su mirada a la altura de los ojos, y aunque la pasea de modo turístico y con ciertas dosis de ironía sin auténtica malicia, procura centrarla en el rostro calmado de una joven en silla de ruedas, con esclerosis múltiple, que acude allí con la misma mezcla de desconfianza y entrega que la propia directora, y que interpreta con fascinante mármol no siempre frío la actriz Sylvie Testud.

Ni la película ni su directora pretenden quitar o poner certidumbres en lo que es, a la vista de lo que muestra, un impresionante trasiego de esperanzas y de sucesos no siempre fáciles de explicar. Consigue que el espectador se pegue emocionalmente a alguno de los personajes, en especial a la protagonista, y que se permita alguna reflexión sobre los mecanismos que mueven el comportamiento del ser humano, capaz de la mayor entrega y generosidad un minuto antes de que la mano abierta se le vuelva un puño.

La parte, digamos, documental intenta reflejar con una dosis pertinentes de suave crítica, todo el negocio que rodea a «las curaciones», y el entramado de agencias, intereses y profesionales de todo pelaje que le dan cuerda a ese reloj. Pero también deja entrever que la fuerza y la esperanza son difíciles de parar con la mera razón. Ambos puntos de vista están volcados con sutileza y sin sobrecarga en la historia que nos cuenta, en la que tanto ha de pesar «lo milagroso» como lo emocional y lo sentimental de unos personajes que se nos revelan completamente humanos en un inexplicable sanatorio en el que inevitablemente se temen turnos y preferencias, y es admirable la sencillez con la que «Lourdes» consigue que conozcas y reconozcas al muestrario de tipos que presenta, sin que el sarcasmo borre el respeto ni el respeto haga desaparecer por completo la sensación de sarcasmo. Algo que sí se podría calificar sin temor como milagroso.