Una Lady Chaterley de andar por casa
Una Lady Chaterley de andar por casa
Tal vez se trate de un cruce sin afanes literarios entre «El amante de Lady Chaterley» y «Madame Bovary»; sin afanes literarios y desprovisto, también, del encanto de época y sin el quiebro a las convenciones sociales y de clase en aquel mundo decimonónico de ... las obras de Lawrence y Flaubert. La directora Catherine Corsini aliña una consabida historia de infidelidad y pasión torrencial entre una mujer cómodamente instalada en su vacía existencia, con un marido rico y poderoso y unos hijos transparentes. El guardés de esta «lady» con explosión de libertad y desenfreno es el albañil que hace unas chapuzas en casa, con lo que el posible encanto galdosiano se va por el desagüe… De todos modos, Catherine Corsini se tropieza con un gran acierto para que «Partir» no sea del todo «quebrar» o «despedazar», y ello es el trío protagonista: ella, Kristin Scott Thomas le devuelve algo de estilo a su personaje y le proporciona un encanto que está muy lejos de tener (le quita antipatía, disimula su egoísmo, su fatuidad…); el potente albañil es Sergi López, un catalanote que él borda y cuyo misterio se transforma rápido en vehículo dramático, y el marido, un completo imbécil interpretado por Yvan Attal, que convierte el melodrama en astracanada.
Corsini prefiere contar esta historia en «flashback»: arranca con un disparo (¿?), y de inmediato retrocede para narrar las causas de tan trágico efecto. El adelantarnos el final tampoco le da ni le quita pegada a «Partir», pues su gran problema es que no logra penetrar ni un par de centímetros en la carne de sus personajes, quedándose en un mero apunte de actos transgresores, de truculencia emocional, de química a empujones, sin darle cobertura argu-mental a los sucesos, a las dudas, a las reacciones... Los personajes se alejan, en vez de acercarse, y ése es sólo el síntoma, pues la enfermedad de «Partir» consiste en que uno los ve alejarse sin que se le mueva un músculo.
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