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Francisco Umbral, un cadáver con alma

Se estrena en la Seminci el documental sobre el escritor «Anatomía de un dandy», dirigido por Charlie Arnáiz y Alberto Ortega

Un fotograma del documental

Guillermo Garabito

Hacerse mayor es quedarse destemplado, ese «tener frío» del que hablaba Pla. Puede que por eso Umbral siempre tuviera frio. Umbral , con sus vasos de leche caliente en el Gijón y la bufanda perenne al cuello. «Era un hombre lleno de frío», dice de él Raúl del Pozo . Porque Umbral tenía el frío de la niñez, de la posguerra, de un Valladolid con niebla y un barroco gris sin restaurar. Le corría el Pisuerga helado de enero por sus venas y su memoria «de un niño de derechas».

Para entender a Francisco Umbral hay que entender el frío de su vida y esa empresa es la que se propuso el documental « Anatomía de un dandy «, dirigido por Charlie Arnáiz y Alberto Ortega, que se estrenó el lunes 26 en la Seminci de Valladolid. Un proyecto cinematográfico en busca de ahondar en la personalidad y la biografía de un escritor casi desconocido en lo que a su intimidad se refiere. Una intimidad que vendió en más de cien obras, pero sin permitir nunca al lector saber qué es ficción y qué es real. Porque Francisco Umbral es el éxito del hombre hecho a sí mismo, también literariamente. De un hombre que, para edificarse, cogió de Larra, de Valle, de Ruano, de Wilde, de Ramón -«que es el padre de todos, de los vivos y los muertos«-, y a todos les puso gafas, los hizo miopes y les ahuecó la voz hasta convertirlos en Francisco Umbral.

«Anatomía de un dandy» disecciona la historia familiar y personal del premio Cervantes a través de las voces de su viuda, María España y de los amigos –Raúl del Pozo, Ángel Antonio Herrera, Ramoncín, Jabois, Rosa Montero o Antonio Lucas entre otros– que lo trataron en distintas etapas de aquel Madrid que era todo suyo, porque Umbral inventaba Madrid en sus columnas cada mañana.

En todos los fragmentos que rescata el documental de distintas entrevistas, trasluce el énfasis con el que el autor de 'Un ser de lejanías' vende su vocación de escritor desde temprana edad: «Yo a los cinco años ya jugaba a ser escritor, me vestía de escritor con una capa negra, porque yo sabía que iba a ser escritor por cojones», confiesa en una de ellas. Y precisamente porque escribir consiste en empeñarse, aquella divisa de Cela de que «el que resiste gana» , tal vez su empeño se haya visto rescatado tras doce años de olvido institucional en ese limbo al que van todos los escritores cuando mueren a purgar las envidias de los otros y las propias.

El éxito de este documental es descubrir una persona, más allá del personaje . Un tipo con otra vocación antes incluso que la de ser escritor, que es la de ser padre. Y es que nadie se puede imaginar a Francisco Umbral de padre, nadie se lo puede imaginar ya en verdad en otra faceta que no sea en aquella del «¡yo he venido aquí a hablar de mi libro!».

'Anatomía de un dandy' demuestra que Paco era padre, y que tuvo un hijo que se le murió, no sólo en el libro de «Mortal y Rosa», al que el escritor no habla con la voz engolada; tanto que cuesta reconocerle en las grabaciones de audio que muestra la película. Y es ahí, por primera vez en toda su vida, que Umbral resulta no ser escritor –él, que vivió toda su vida en escritor. Él, que fue el último escritor con apariencia de escritor de nuestro siglo –. Al niño lo habla con una voz tierna, de padre primerizo, asustada, sin impostar. Al hijo le cuenta cuentos de «los espacios siderales», no le escribe columnas. A ese niño que lleva y trae con felicidad de un padre que por primera vez en su vida a encontrado una vocación más fuerte que la de escribir.

Es ahí donde reside la potencia de este documental que resulta ser una caja de emociones, como en el instante en el que se escucha la voz de David Gistau justo antes de que aparezca en pantalla, inédito y tan él –con camisas de cuadros–, como si no se hubiera ido nunca. Es ahí, justo ahí, cuando se encoge el corazón: por «Pincho», el hijo muerto de Umbral y por David Gistau, muertos los tres. Y con los muertos y los vivos, 'Anatomía de un dandy', demuestra que aquel escritor que maltrató literariamente a casi todos, tenía un alma «mortal y rosa». Francisco Umbral tenía alma y se llamaba «Pincho». Y con él, únicamente con su hijo, Francisco Umbral sonaba a sí mismo: «Estoy oyendo crecer a mi hijo».

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