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Críticas de los estrenos del viernes 9

«En la casa», «Todo es silencio», «Reality», «Dracula 3D» y «Buscando a Eimish», principales novedades en la cartelera

Críticas de los estrenos del viernes 9 abc

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«EN LA CASA» ****

OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

Un profesor de literatura encuentra talento en uno de sus alumnos, y se entusiasma como si hubiera encontrado oro en un riachuelo; pero, la fiebre de lo literario, como la del oro, surge implacable también aquí en otra ... modalidad de la avaricia que es esa rara ambición de que lo real y lo ficticio rompan la claridad de sus fronteras. El director François Ozon encuentra en su película, además del Oro de la Concha del último Festival de San Sebastián, el camino para cruzar esas fronteras de lo fingido mediante un sórdido y entretenido juego en el que la narración pertenece a ambos mundos: el escolar escribe la relación con un compañero de clase y penetra en su casa y en las vidas de su atractiva madre y su elemental padre, lo cual compone la «otra» película que vemos en paralelo con la de Ozon.

«En la casa» tal vez no pasaría de eso, de ser un juego sórdido sobre ambiciones narrativas a varias bandas, si no consiguiera prender el fuego del misterioso «continuará...» y si cada uno de los actores no tirara con gran fuerza de su extremo del hilo narrativo: Fabrice Luchini y el joven Ernst Umhauer. En cierto modo, el espectador comparte con el personaje de Luchini, ese profesor que ha de calibrar cuánto de talento y de verdad hay en lo que narra su alumno, tanto las dudas como la curiosidad: ¿qué hay detrás de todo eso?... Pues, detrás hay una obra de teatro escrita por Juan Mayorga («El chico de la última fila»), con lo que lo teatral también se suma al pulso entre lo literario y lo cinematográfico: un triángulo, como polígono sentimental que refleja las relaciones de todos los personajes: el alumno con el maestro y su esposa (crucial la presencia de Kristin Scott Thomas, galerista de arte moderno, lo que permite ciertas reflexiones y guasas al respecto), el alumno con su compañero y con su madre (Emmanuelle Seigner, paradigma de las fantasías del adolescente)... Los brochazos finales tal vez podrían haberse expuesto en la galería de Kristin Scott Thomas.

«TODO ES SILENCIO» **

O. R. MARCHANTE

No es sencillo encontrar la armonía entre la imagen melancólica de la infancia, con sus juegos, sus hallazgos y sus ilusiones, y la imagen seca de una trama policial. Y como no es sencillo, tampoco es raro que José Luis Cuerda no consiga una película armónica: «Todo es silencio» y lo que no, estridencia. Hay encanto y «toque Cuerda» en esas imágenes que nos devuelve el mar y en ese mundo pigmentado y exótico de la infancia del trío protagonista; luego, el trío, tras una elipsis como de estribillo de tango, vuelve a la película convertido en otra cosa y dando por bueno el latiguillo de que todo vale si lo retorna el mar.

Lo que nos devuelve la historia novelada y guionizada por Manuel Rivas es un tropel de tópicos a lomos de una intriga policial con narcotráfico local y una doble trama romántica con cacique etiquetado. El argumento en sí, podría tener cuerpo de melodrama, pero la descompensación entre climas, géneros e interpretaciones lo dejan como malvestido con un traje pequeño (una descompensación que se aprecia en detalles como la actuación de Juan Diego, el cacique latiniparla, y Quim Gutiérrez o Chete Lera..., aunque, junto a Juan Diego estaría descompensado hasta el fiel de la balanza). Miguel Ángel Silvestre no ayuda, precisamente, y Celia Freijeiro sí introduce algo de complejidad y sentimiento a su personaje. En fin...

«REALITY» ***

O. R. MARCHANTE

Matteo Garrone salta de la Gomorra de su película sobre la mafia a la Sodoma de esos «reality shows» al estilo de Gran Hermano, y en ese salto hace una pirueta de ida y vuelta entre la blancura del drama y la negrura de la comedia. Espectacular arranque donde se citan lo cursi, lo sarcástico y lo grotesco, con una presentación de personajes que no cabrían por estrambóticos en una de Fellini, en especial su protagonista, Lucianno, un pescadero napolitano con ese «desparpajo» imprescindible para triunfar en los programas de la tele, lo cual pasa de ser un sueño a convertirse en su pesadilla, su locura. La descripción de lugares, personajes y emociones es fabulosa, siempre un peldaño por encima de lo sensato y verosímil, pero también otro peldaño por debajo de lo real y lo necio, son el aderezo de esta gota que colma el vaso del zumo de nuestro tiempo, donde a Don Quijote le harían pasar un «casting».

Garrone subraya constantemente el tono irónico y dantesco de su mirada a ambos lados de la pantalla amiga, consigue un fresco policromado de una plaza napolitana y de las necesidades, recursos y miedos del hombre actual... Lo que no hay en la mirada de Garrone es una gran malicia: quiere y entiende a sus personajes, y les permite, dentro de la cochambre mental que se instala en ellos, tener su punto de dignidad y su pizca de gracia y lucidez. Pero, ¿qué ganaría con una gran malicia esta película que ironiza sobre la telerrealidad en el país que fue de Berlusconi? No ganaría malicia, sino obviedad. Aunque a falta de grandes malicias, cultiva las pequeñas, como que su protagonista, el magnífico y debutante Aniello Arena, esté realmente cumpliendo condena a perpetuidad en una cárcel por pertenecer a la Camorra; o esta otra no tan pequeña y que consiste en anudar con mucha finura dos ideas lejanas, la de culto a la fama de los reality shows y la del culto religioso.

«DRÁCULA 3D» *

J. M. CUÉLLAR

Los detractores de los amos y señores del Atlético de Madrid, gente de lengua afilada y mente inquieta, cometan con sorna que los rojiblancos van bien porque Cerezo y su gente andan muy metidos en los últimos tiempos en esto del cine, por lo que descuidan al club. De ahí su buena marcha. Es, sin duda, una cruel reflexión. El caso es que el bueno de Enrique se ha permitido aquí alternar su labor de producción con la de coguionista. Craso error.

Ya el título suena a broma y, efectivamente, es una broma, aunque más que gracia lo que produce es vergüenza ajena, y bastante. Sin guión, sin dirección de actores y con una ejecución de serie más Z que C, este Drácula sonroja y en algunos momentos (el del saltamontes gigante) hasta mueve a risa, pero por no llorar. El caso es que verse se puede ver porque este 3D sí es de calidad, no como la mayoría, que se rueda en formato típico y luego lo pasan por el filtro del 3D mentiroso y recaudador. Un timo que debería ser castigado con cárcel y tirada de llave. Así que en lo técnico es estimable, pero del trullo no se libran porque el resto sí que da para arrojar la llave al mar.

«LOS AMOS DEL BARRIO» *

J. CORTIJO

Seguramente sin que nadie se lo haya suplicado, Akiva Schaffer vuelve a estar de estreno cinco años después de «Flipado sobre ruedas» con esta nueva comedieta que aspira a cruzar «Attack the block» con «Los cazafantasmas», pero se queda en la misma catacumba nerd que el sketch de los gatos-láser de «Saturday Night Live». Ben Stiller se deja llevar a rastras en una astracanada repleta de tópicos alien (la vaca, esa eterna cabeza de turco), chistes sobre mocos y fluidos orgánicos diversos y un Richard Ayoade adecuadamente marciano. Lo mejor, Vaughn descubriendo el mecanismo secreto de las matrioskas. Con eso está todo dicho.

«BUSCANDO A EIMISH» **

F. MARÍN BELLÓN

Ana Rodríguez Rosell viaja mucho en su debut y lleva a Óscar Jaenada por media Europa (y a saltos temporales) en busca de Manuela Vellés, su novia fugada. Ovbiamente, el verdadero recorrido es interior, en el laberinto de desencuentros al que está condenada la «paz de sexos». Rodada con espíritu independiente, la cinta se apoya en tres buenos actores, aunque Jaenada parece necesitar más excesos. La música marca el buen tono, pero el guión desafina en los detalles, a veces en su ambición por apuntar detalles y sonar distinto.

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