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ABC Cultural

Jim Caviezel: «El rodaje de «La Pasión de Cristo» resultó una tortura dolorosa»

ROMA. Ocho horas al día de maquillaje empezando a las dos de la madrugada, un hombro dislocado, hipotermia, neumonía, dos latigazos de verdad que le dejaron sin habla, una descarga eléctrica, tremendos dolores de cuello y de cabeza... Para Jim Caviezel, el rodaje de «La Pasión de Cristo» ha sido mucho más que un trabajo agotador durante dos años enteros. Ha sido una experiencia espiritual y, a la vez, una tortura física dolorosa, que da por bien empleada. El actor que, por respeto a su mujer, Kerri, se negó a filmar escenas de desnudo con Jennifer López en «Angel Eyes» o con Ashley Judd en «High Crimes», no enseña en esta película ni siquiera sus profundos ojos azules. Se han convertido digitalmente a castaños, en aras del realismo.

-¿Es cierto que Mel Gibson le llamó para hacer una película de surf y playa?

-Me llamó su productor, Steve McEveety, para hablar de una película de surfistas. Pero se presentó también Mel y empezó a hablar de representaciones de la Pasión en Europa. Me pregunto si conocía a Anne Katherine Emmerich, la vidente alemana, y le dije que no. Después me dijo que le gustaría filmar las últimas horas de Jesús, pero que una crucifixión es una muerte horrible...

-¿Usted comenzó a sospechar algo? -Si, y le dije: «Tu quieres que yo haga el papel de Jesús, ¿verdad?». Él fumaba como una chimenea, y me respondió: «Sí». Hablamos del proyecto, y de que nos iban a poner verdes si llegábamos a intentarlo. Al día siguiente me llamó para preguntarme si estaba seguro de aceptar, sabiendo que nos iban a perseguir. Yo le dije: «Creo que tenemos que hacerlo, aunque sea difícil. Por cierto, mis iniciales son J. C. y tengo 33 años. No me había dado cuenta hasta ahora». Mel me respondió con su voz ronca: «¡Me estas asustando!».

-¿Se daba cuenta en lo que se metía?

-Me esperaba las críticas, pero no podía imaginar que el rodaje fuera tan duro en cinco meses con un invierno mucho más frío de lo normal en Italia. El trabajo empezaba a las dos de la mañana con ocho horas de maquillaje para poder rodar a las diez. Era una tarea increíble añadir todas las moraduras, toda esa sangre. Durante el día necesitaban un par de horas para mantener el maquillaje y, al final, había que quitarlo en una larga ducha caliente.

-¿Como se sentía en la cruz?

-Sentía incomodidad y frío, porque ese invierno fue durísimo. No podía aguantar más que diez minutos y, aún así, sufría muchísimas veces hipotermia. Los músculos te tiemblan de modo tan violento que te duele, pero no puedes pararlo. Un día de viento fortísimo cedió uno de los soportes de la cruz y me disloqué un hombro.

-¿Y en la flagelación?

-Yo tenía detrás de la espalda una placa de metal. Pero un día, uno de los soldados romanos calculó mal y me golpeó con el látigo fuera de la placa. No pude ni gritar. No te sale el aire porque no puedes respirar. Se te contrae el cuerpo, y tienes la impresión de que te ahogas. Intentaba respirar, y sólo después pude gritarle al tipo. Estaba representando a Jesús, pero me sentía enfurecido como un diablo.

-Imagino que la escena saldría así más realista...

-No sirvió para nada, porque al caerme quedó al descubierto la placa de metal. Unos días después hubo otro fallo y me golpearon todavía más fuerte, dejándome una cicatriz de 30 centímetros, que los maquilladores estudiaron para luego repetirla. Al retorcerme me corté también las manos con las anillas de metal. Y desde entonces ya no pudimos filmar más, porque me encogía y giraba la cabeza cuando íbamos a empezar otra vez. Lo resolvimos dejando a los soldados con los mangos de madera pero sin el látigo, que después se añadió digitalmente.

-¿Cómo logró introducirse en el personaje?

-Aunque yo he crecido en una familia católica, me ayudó la documentación de Mel, que había estudiado todo. Yo pensaba que hacer la película en los idiomas originales era una idea imposible, pero un día estábamos en el plató y apareció un teólogo que me dijo una frase ininteligible en arameo y me explicó que iba a ser mi profesor. Visité también a la Madre Angélica en Alabama. Mi mujer, Kerri, me había presentado ya a un vidente de Mendjugorje cuando estaba en Irlanda filmando «El Conde de Montecristo». Durante el rodaje en Italia visité Roma, el lugar del martirio de San Pedro y también el lugar del martirio de San Pablo. Me leí sus cartas...

-Y ahora acaba de ser recibido por el Papa...

-Es la segunda vez que nos recibe a Kerri y a mí. Vinimos en una ocasión durante el rodaje, y le comenté que me había ayudado mucho su Carta a los Artistas. Este Papa es un personaje especial, con una misión especial. Es, también, un artista, y tiene una fuerza que sale del corazón. Es un místico. Ha recibido muchos dones como, por ejemplo, un gran conocimiento. También otras personas los tienen, pero no los emplean para servir a los demás.

-¿Qué es lo que más le impresionó de Juan Pablo II?

-¡Es una persona que ama! Me puso la mano en la cabeza y me miró. Yo no recuerdo si estuvimos hablando cinco minutos o media hora, porque perdí la noción del tiempo. Yo creo que lo importante es querer hacer el bien que, en mi mundo, no es fácil

-¿Se siente «etiquetado» como actor católico?

-En realidad, no soy modelo de nada y, como actor, interpreto también personajes malvados. Eso sí, siempre que el conjunto de la historia tenga algo bueno que enseñar. Pero desde que empezamos con ésto, la prensa suele mencionarme como «el devoto católico Jim Caviezel», mientras que no se dice «el devoto cientólogo Tom Cruise» o «el devoto judío quien sea». En esta profesión, ser católico es llevar una diana colgada a la espalda con un letrero: «Disparadme».

-Al menos el público americano le está compensando los sinsabores. Han superado los 250 millones de dólares en tres semanas... ¿Se esperaba un éxito así?

-Naturalmente. ¿Cuál es el libro que más se vende en el mundo? La Biblia. ¿Es polémico? ¡Absolutamente! ¿Es apto para todos los públicos? Evidentemente, no. Nosotros sabíamos que si nuestra película era polémica estábamos en el buen camino. Si no lo fuera, significaría que habríamos descafeinado el relato.

-Algunos critican la sobrecarga de violencia en la película. Otros la acusan de antisemitismo...

-¿Antisemitismo? ¡Pero si yo soy semita! ¡Es mi linaje! Yo me siento hijo de Abraham y de David. Y a varios compatriotas judíos les he propuesto: «Hagamos una película sobre Moisés, o sobre David. Hagámosla fiel al relato bíblico ¡y será un éxito!».

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