Castigada sin jugar
Nunca me gustó Alicia. Como confesión no es muy estremecedora, pero aporta algo de honradez a estas líneas. De Tim Burton, a menudo un director fabuloso, tampoco soy un incondicional absoluto porque a veces se me pierde en el envoltorio -qué lazos coloca el tío, ... eso sí-, lo que no impide que siempre le sobren admiradores rendidos a su indiscutible talento. En su irreconciliable dualidad, Burton no llega a los extremos de Guti, otro artista de peinado difícil, pero para lo bueno y para lo malo es todo lo contrario al clásico artesano de Hollywood en nómina de algún gran estudio.
En todo caso, puestos a traducir en imágenes el universo de la muchacha no hay cineasta más capaz que el californiano. Bajo su liderazgo, por primera vez en un siglo y pico de cine surge una película con la tecnología, la imaginación y los medios suficientes para estar a la altura de la abrumadora propuesta literaria de Lewis Carroll. Incluso con el 3D de segunda fila al que recurre esta producción, la puesta en escena y la dirección artística se las arreglan para que el universo del retorcido sacerdote anglicano no se le caiga de las gafas al espectador. ¿Cabe mayor elogio?
Pues lo cabría, si el guión de Linda Woolverton no se quedara en la superficie, no podara este inabarcable baobab cuajado de absurdo y de lógica, no intentara cercar su exuberante producción de retos para el intelecto que el común de los mortales, y mucho menos el espectador que los directivos de Hollywood tienen en mente, parece incapaz de resolver. Alicia empieza pues con brillantez, se aburre en la mayor parte de su recorrido por el país de nunca máis y termina con una batalla de lo más vistosa, colocada justo a tiempo para que el personal no se pregunte por qué demonios lleva hora y media mirando la pantalla a través de unos espejuelos.
El reparto es lo de menos en esta función, pero la joven Mia Wasikowska responde con creces en el único papel que requiere una actuación de verdad. En el caso del sombrerero enajenado ya sabíamos que Johnny Depp daría el pego, pero la Reina de Corazones sigue siendo más irritante que Robespierre y Salomé juntos. Qué óbsesión la suya, más propia de un responsable de personal de una empresa moderna.
En fin, puestos a soportar que hasta Scorsese nos cuente lo de siempre con el único aliciente de la tercera dimensión, Alicia es un producto de aceptable acabado y un acercamiento decente a uno de los grandes personajes de la literatura universal. Que conste, en cualquier caso, que en el país de las gafas James Cameron sigue siendo el rey.
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