Calla el Papa, habla Nanni Moretti
Buena acogida en Cannes para «Habemus Papam», la última ocurrencia del italiano y protagonizada por Michele Piccoli
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
El cine del día arrancó con la gran ocurrencia del impar Nanni Moretti : el Papa da un paso atrás… Ésa es la idea o la visión de la que parte en «Habemus Papam» el director romano. Un arranque interesante, con el Cónclave, o sea « ... la llave», reunido para elegir el sucesor de la silla de Pedro; con un desarrollo que se enturbia como la sidra al moverla y se disipa con la monotonía de una situación que es, en realidad, un punto muerto: el elegido se niega a salir a la balconada a hacer pública su condición y a bendecir a la multitud congregada en la Plaza de San Pedro. El punto muerto se le corrompe en las manos a Nanni Moretti, que decide disecarlo con su saltimbanqui presencia: un psiquiatra, un gracioso en el Cónclave… En fin, Moretti da un ejemplo de cómo hacer magia con una película: ¡halehop…, ya ha desaparecido entre mis manos!
Lo mejor de «Habemus Papam» es la cara de estupefacción de Michel Piccoli ante el inesperado peso de la púrpura, pero también es de mucho mérito el retrato relajado, cariñoso e inoculado de un blanco sentido del humor que Moretti hace de la Congregación de pacientes Cardenales, así como el momento en el que, tras un par de votaciones estériles (fumata negra), la película consigue retratar la impresión de que la definitiva y fructífera (fumata blanca) no es realmente producto de la votación sino de una voluntad más allá del escrutinio, y los propios Cardenales se percatan de ello durante el mismo recuento y aplauden a la figura señalada. Al rodar los interiores en Estudio (no le permitieron, probablemente con buen juicio, meter las cámaras en el alma del Vaticano), el ambiente queda sencillo, escaso de oropel, lo que ayuda a una buenísima impresión general.
Pero, la película, que es «sólo» eso, tiende a encallársele ahí, y Moretti entra en escena para entretener la función: el novio en las bodas y el muerto en los entierros. Y su idea (que en realidad no es suya, pues ya la tuvo en 1294 el Papa Celestino V) se acaba mucho antes que su película. Pero sus fieles también aplaudieron «Habemus Papam», aunque no sin cierta perplejidad general porque una vez más Moretti demostró que es probablemente el único en el mundo capaz de hablar desde un púlpito más infalible que el del Papa, y desde allí reparte su verbo; que en su caso, claro, en vez de forma consagrada es puro fondo consagrado.
La personalidad de Moretti sirve para agotar un día entero de Festival, aunque también se echó al león del concurso una peli francesa, «Polisse», de la peculiar directora Maïwenn, y que trata de una ficción con cierto (poco) espíritu documental sobre la Brigada de Protección de Menores, y que nos presenta a unos cuantos personajes y sus circunstancias mezclados con el día a día de la lucha contra el abuso, la pedofilia y el maltrato, aunque todo ello muy en segundo plano. Tal vez alguien encontró algo especial en ella; pues que lo cuente.
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