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Dónde poner el acento
No sé a quién se le ocurrió, y en qué momento, que comprar votos iba a salir barato
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Iniciar sesiónSegún un estudio demoscópico realizado por Centra, nueve de cada diez andaluces se declaran orgullosos de serlo y se identifican con su acento, con su bandera y con cualquiera de los símbolos de nuestra autonomía, por encima de las ideologías y de los partidos políticos. ... Ser andaluz es mucho más que una bandera o una manera de hablar, aunque nuestra bandera y nuestra manera de hablar nos identifiquen y nos unan. Tal vez por eso, la apropiación de estos símbolos con fines partidistas es algo que rechazan gran parte de los andaluces, que han aprendido en estos últimos cuarentas años que «volver a ser los que fuimos» también consiste en normalizar la diversidad de acentos, y de pronunciaciones sin que venga Teresa Rodríguez a recordárnoslo. Hace mucho que se superaron aquellos complejos que hoy viene a desempolvar la líder de Adelante Andalucía, y afortunadamente a los jóvenes de hoy nadie les afea ni el ceceo, ni el seseo —me niego a lo del jejeo— porque han crecido en el convencimiento de que no hay nada que esconder, algo que, al parecer, sí le ocurre a Teresa Rodríguez , «hablamos de una manera en casa, entre nosotros, pero si hacemos un vídeo para redes sociales hablamos como si fuéramos de un barrio de Burgos».
No sé qué pretende la campaña de Adelante Andalucía. Los andaluces hablamos andaluz, que no es un dialecto, ni una lengua diferente, ni un idioma concreto, sino una variante —quizá la más evolucionada y moderna— del español. Y lo hablamos de mil maneras, porque el andaluz occidental y el oriental se parecen como un huevo a una castaña, porque el andaluz de la sierra y el de la costa parecen parientes muy lejanos. Somos una comunidad tan diversa, tan diferente —y a la vez tan inclusiva— que sería un despropósito intentar uniformarnos y limitar así la riqueza que aportan las distintas versiones de nosotros mismos.
Nos ha costado mucho desterrar los tópicos y reconciliarnos con nuestra historia y nuestra manera de ser, y de hablar, como para desandar el camino y perdernos en polémicas estériles que no conducen a ninguna parte. Hablar en un correcto español no es de derechas, como tampoco pronunciar en andaluz es de izquierdas; no podemos permitir que ningún partido, ninguna ideología, se adueñe de lo que somos, se apropie de nuestra identidad, de ese sentimiento que comparten nueve de cada diez andaluces. Porque cualquier intento de politización del acento andaluz significará un retroceso en todo lo que hemos avanzado en estos cuarenta años, y producirá rechazo en quienes ni siquiera lo habían sospechado.
Yo hablo andaluz, con acento en la ú. Con el acento que heredé de mis padres y de mis abuelos, con el acento de Lorca, de Falla, de Juan Ramón, de Machado, de Jose María Pemán, de Pedro Muñoz Seca, de Pilar Paz, de Carmen de Burgos, de María Zambrano, de Fernán Caballero; con el acento que he trasmitido a mis hijos. Sin afectación ni excesos, sin complejos. Con orgullo.
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